Llega el otoño y parece que todo son carreras para ir al campo, visitar bosques, hacer senderismo y buscar una cabaña con vistas en la que sentarse frente a un fuego y bajo una manta. Pero, ¿y si lo que tienes es sangre de viajero urbanita? ¿Acaso hay que quedarse en casa? ¡Para nada! Resulta que el otoño le sienta muy bien a algunas ciudades. Llega el fresquito, sí; pero podemos estrenar una nueva bufanda, vestir nuestro mejor abrigo e ir al encuentro de las calles que se llenan de hojas secas como una alfombra colorida.

Hay muchos planes otoñales que hacer en las ciudades: la luz es dorada y parece que algo mágico va a suceder en cualquier momento, los cafés se convierten en refugios desde los que ver pasar el tiempo, siempre hay una nueva exposición, llegan a las librerías las novedades, las luces de los cines y de los teatros se antojan emocionantes y apetece comprar unas castañas asadas y calentarse las manos paseando por el parque. Con todo lo que hay por hacer, ¿de veras ahora nos tenemos que ir a pasar una tarde al bosque?