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Carlos Soria, la persona de más edad en el Everest

¿Cómo comenzó tu amor a la montaña? ¿En algún momento soñaste con subir el Everest?

Carlos Soria: Desde muy niño, más que estar en las ciudades me gustaban los espacios abiertos, ríos y arroyos, mi pasión por las montañas empezó a los 14 años, año 1953, junto con mi amigo Antonio Riaño, pasamos 15 días de vacaciones en la Pedriza, nos habían prestado en nuestro trabajo una lona, y con unos palos y unos trozos de tela nos construimos una tienda de campaña. También durante estas vacaciones me entere que se había escalado la montaña más alta de la tierra el Everest, me impresiono mucho y pensé que algún día escalaría en el Himalaya y porque no, el Everest.

Puedes contarnos las sensaciones de la ascensión y lo que sentiste en la cima.

Carlos Soria: En el año 2000, con el cambio de milenio pensé que debería hacer algo importante: subir al Everest. Lo haría por la cara sur, por la ruta de los primeros ascensionistas y así ser la persona de más edad en conseguirlo, pero no lo logré hasta el 2001. Tuve que enfrentarme a varias dificultades: no tenía patrocinador para montar una expedición, ni compañeros, así que tome la decisión de ir solo, compartiendo permiso y campo base con un grupo internacional. Como compañero: un sherpa bastante informal y muy aficionado al alcohol.

Llegué al C B el 5 de abril, y subí a la cumbre el 23 de mayo, durante el intermedio dormí una noche en el C1 y 5 en el C2, subí al C3, entrene en varias ocasiones llegando hasta el C1 del Pumo Ri a 6.000 y bajé en dos ocasiones a descansar unos días a Dimboche, para desconectar del C B. Salimos hacia la cumbre el 19 de mayo, en la subida al C4 iba demasiado cargado y sin utilizar el oxígeno que llevaba en la mochila. Llegué al C 4 a 8.000 m sin el sherpa que había contratado. No tenía tienda para refugiarme, pero gracias a mi amigo Juan Benegas compartimos la suya, allí tuve la gran alegría de enterarme que habían llegado a la cumbre, Tente, Pedro y Martin tres buenos amigos y formidables alpinistas de la expedición Castellano-Leonesa que formaban 8 personas.

Carlos Soria en la cascada de hielo entre el C B y el C1.

Poco antes de llegar al Balcón, todavía de noche, vi un foco muy luminoso y pensé que sería algún alpinista que miraba hacia abajo, luego comprobé que era Venus, especialmente brillante esa madrugada. Amaneció cuando llegaba al balcón, a 8.400 metros, y paré para presenciar uno de los mayores espectáculos de mi vida. Cuando las primeras luces iluminan las cumbres, y los valles siguen en una semipenumbra que se desvanece con la iluminación, es un momento de los más emocionantes de la ascensión, lo estás viendo como desde fuera de la Tierra, algo inolvidable.

Bebí un poco del termo, y esperé a que apareciesen mis compañeros Juan Benegas y Peter Gannez, un alpinista austriaco con el que hicimos amistad en el C B, junto a sus respectivos sherpas. Por encima del balcón hay una zona rocosa difícil con cuerda muy vieja que me hizo pensar que bajando habría que poner mucha atención, mi mochila pesaba demasiado, aunque lo que más me pesaba era la soledad, cuanto eché de menos algún compañero de otras expediciones, como me habría gustado compartir estos emocionantes momentos con ellos.

Antes de llegar a la cima sur tuve problemas con el oxígeno, me crucé con Willy Benegas, su cliente y sus sherpas me ayudaron con mis problemas del oxígeno y Willy me dijo que iba solo y con problemas y que en la arista final había viento muy fuerte, que me lo pensará, en la cima sur decidí continuar, me alcanza Mario Mereli y seguimos juntos, en la arista nos cruzamos con Edurne, Silvio y sus sherpas, hacía un viento muy fuerte y muy frío, encima del escalón Hillary nos cruzamos con Pachi y con Julen, poco antes de la cima esperé a Mario para llegar juntos, abrazos, lloros, fotos y mucha emoción, también mucho frío y mucho viento y rápidamente iniciamos el descenso, me quité el oxígeno, la máscara es muy incomoda, se empañan las gafas y te impide verte los pies, subiendo se soporta mejor, después de pasar la cumbre sur, Mario baja un poco más deprisa que yo y se va alejando, otra vez solo, ahora con menos viento voy muy concentrado en la peligrosa bajada, pienso que mis compañeros Juan y Peter se dieron la vuelta, soy el ultimo que baja, poco antes de llegar a C 4 veo subir a una persona, es el Sherpa de Juan que viene a mi encuentro, me entero de la terrible noticia, Peter ha desaparecido, llegaron los dos al Balcón y Juan se encontraba mal y se dio la vuelta, Peter y su Sherpa siguieron un poco más, y también decidieron bajarse, durante la bajada Peter cayo y desapareció, Juan estaba desolado pensando que yo estaba solo y podía tener también un accidente, en la tienda Juan y yo nos abrazamos y lloramos y pasamos una noche de lágrimas y tristeza y la bajada al CB fue dura y triste, ya que bajamos uno menos de los que subimos. Fue una expedición Larga y complicada, el 23 de marzo salí de España, el 23 de mayo conseguí la cumbre y a final de mayo regresé a casa y lo más duro, la muerte de un compañero cercano a nosotros.

Como alpinista estoy contento de haber logrado vencer todas las dificultades, que han sido muchas, durante dos días fui la persona de más edad que había subido al Everest.

Carlos Soria en el C4 a unos 8.000 metros de altura.

¿Crees que el montañismo ha cambiado?

Carlos Soria: Por supuesto que el montañismo ha cambiado, yo llevo 65 años practicándolo y puedo decir que ha cambiado muchísimo, estaríamos perdidos si nada de lo que tenemos o hacemos, en 65 no hubiese cambiado, en algunas ocasiones para mal, pero en la mayoría para bien, las botas que llevábamos en la primera expedición el año 1971 pesaba cada una, 1 kg más que las que llevamos hoy, y en todas las épocas ha habido alpinistas con ética y sin ella, lo que ocurre ahora es que la cantidad de personas que vamos a la montaña se ha multiplicado de forma alarmante.

¿Qué peligros acechan al Everest? ¿Está realmente masificado?

Carlos Soria: Al Everest lo más peligroso que le acecha, son los terremotos, como el ocurrido el año 2015, en el que desapareció el escalón Hillary, y la subida de temperatura, que va reduciendo sus glaciares y cambiando su morfología Entre las montañas famosas el Everest es la menos masificada, solo se sube durante 3 o 4 días en el mes de mayo y el resto del tiempo está sola y descansando, nada que ver con la masificación de otras montañas como el Kilimanjaro donde suben cientos de personas todos los días del año, el Aconcagua durante tres meses parecido, el Mont Blanc donde siempre sube gente, Monte Perdido, el Aneto... Las famosas fotografías el Everest, han causado mucha impresión, son horribles y bochornosas, pero sobretodo, son un peligro enorme, pues un cambio de tiempo imprevisto el día de cumbre se habría generado una masacre terrible.