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El final de la Primera Guerra Mundial

En la mañana del 11 de noviembre de 1918, la historia del mundo dio un vuelco. Tras cuatro años de los largos y duros combates que se llevaron a cabo en los frentes occidentales y orientales de Europa, donde los combatientes luchaban en condiciones infrahumanas tras las trincheras, llegó por fin el cese de las hostilidades. Este acontecimiento marcaría también el final de los imperios austro-húngaro, turco-otomano, ruso y alemán. En el interior de un oscuro y frío vagón de tren, representantes de La Triple Entente, compuesta por los vencedores de la contienda, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, y los representantes de la Triple Alianza, que agrupaba a los imperios alemán y austro-húngaro e Italia, acordaron poner fin a la Primera Guerra Mundial, un conflicto que dejó más de 20 millones de muertos entre civiles y militares y más de veinte millones de heridos en territorio europeo.

El atentado que puso a Europa en guerra

El origen del enfrentamiento que más tarde se extendería por Europa, había tenido lugar el 28 de junio de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando de Austria visitó Sarajevo, la capital de Bosnia. Allí, un grupo compuesto por seis militantes de la organización nacionalista Joven Bosnia, el grupo juvenil de la organización secreta serbia Mano Negra, se habían reunido en la calle donde estaba previsto que pasara la comitiva del archiduque con la intención de asesinarlo. Al paso de la comitiva, uno de los terroristas lanzó una granada al coche en el que viajaban archiduque y su esposa Sofía, pero falló. Algunos viandantes resultaron heridos tras la detonación, pero el convoy de Francisco Fernando continuó su marcha sin que el resto de los terroristas actuara al paso del vehículo. Una hora más tarde, cuando el archiduque y su esposa regresaban del ayuntamiento de Sarajevo en dirección a un hospital para visitar a los heridos por el atentado, la caravana se equivocó al girar por una calle donde, casualmente, se encontraba uno de los terroristas serbios el cual disparó al archiduque Fernando y a su esposa causándoles la muerte. Tras cometer el magnicidio, el terrorista intentó suicidarse, pero la multitud que había presenciado el atentado se lo impidió, y fue detenido posteriormente.

El atentado y posterior asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía a manos de radicales bosnios fue el detonante que justificó el inicio de la Primera Guerra Mundial

El Imperio austro-húngaro, tras pedir responsabilidades al Gobierno serbio por el asesinato del archiduque y su esposa les declaró la guerra. En ese momento, el Gobierno ruso salió en defensa de Serbia y en respuesta a dicha alianza, Alemania declaró la guerra a Rusia y a Francia. Estaba en juego el poder político de Europa y este iba a dirimirse en una guerra con la que se podía justificar, de forma legítima, la conquista de otros territorios que formaban parte de varios países.

Francisco Fernando de Absburgo, Archiduque de Austria y su esposa Sofía Chotek.

La modernidad al servicio de la guerra

En un principio se creyó que la contienda duraría apenas semanas, sino meses. Pero la realidad fue otra. Con el avance armamentístico –ametralladoras, cañones automáticos, tanques, submarinos, aviones de combate– y la negativa por parte de todos a rendirse, el resultado fue que ambos bandos alargaron enormemente la contienda causando millones de víctimas. Las consecuencias fueron tan devastadoras a nivel económico y, sobre todo, generacional, que durante mucho tiempo se la denominó la Gran Guerra.

La guerra se alargó enormemente ene el tiempo debido sobre todo al avance armamentístico y a la negativa de ambos bandos a pedir un cese de las hostilidades, y más aún con la entrada de Gran Bretaña en el conflicto

El ataque que el ejército alemán lanzó sobre Bélgica el agosto de 1914 provocó que Gran Bretaña se uniera al conflicto. El mayor temor alemán residía en que la diversificación de los combates, que tenían lugar contra Francia en el frente occidental y contra Rusia en el oriental. Para poder hacer frente a tamaña empresa, los alemanes idearon el conocido como Plan Schlieffen, que consistía en llevar a cabo una serie de ataques rápidos contra los franceses para poder centrarse luego en el ejército ruso. Pero a pesar de que el ejército alemán contaba con un millón y medio de efectivos, los ejércitos de Francia y Gran Bretaña lograron reprimir el avance invasor en las batallas del Marne y de Ypres.

Una de las trincheras excavadas en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial.

Estancamiento en las trincheras

A partir de entonces, la guerra adquirió una nueva dimensión estancándose en la campiña francesa. Ambos ejércitos cavaron trincheras en las que durante cuatro largos años los soldados de ambos bandos tuvieron que compartir su vida con el barro, las enfermedades y la muerte. Tal como un veterano de guerra francés, Georges Luce, recuerda: "Jugábamos a las cartas en las trincheras, y mientras eso, tu compañero quedaba atrapado en un fuego cruzado y muy pronto estaba muerto. Ya no considerabas la pérdida de alguien como algo extraordinario. Era una vida imposible. Teníamos piojos, no nos lavábamos, y en el invierno había lodo en todas las trincheras".

El 6 de abril de 1917, la guerra dio un vuelco cuando Estados Unidos declaró la guerra a Alemania. Sería en 1918 cuando se dejarían notar los efectos de su entrada en la contienda al hostigar franceses, ingleses y los propios estadounidenses al ejército alemán con continuos envites. Alemania se encontraba cada vez más aislada. Y lo estaría aún más cuando el Imperio austro-húngaro decidió abandonar la contienda. Al poco tiempo, los alemanes se vieron obligados a solicitar una tregua a través del príncipe Maximiliano de Baden, canciller imperial de un reciente, y más democrático, Gobierno alemán. El príncipe notificó la rendición al presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, ofreciéndose a aceptar sus términos: "Para evitar un mayor derramamiento de sangre, el Gobierno alemán solicita la conclusión inmediata de un armisticio general en tierra, agua y aire".

Las trincheras se convirtieron en el hogar y la tumba de millones de combatientes, hasta que Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y el conflicto dio un vuelco espectacular

Monumento a los soldados australianos caídos durante la Primera Guerra Mundial con amapolas rojas adornando sus nombres.

La paz que trajo otra guerra

Fue en ese momento cuando ingleses y franceses presionaron al presidente estadounidense para que imponer unos términos más duros para el armisticio. La firma del Tratado de Versalles en 1920 supuso por fin la paz, pero una paz por la que Alemania se veía obligada a entregar territorios, armas y a pagar una exorbitante suma de dinero a los países afectados. Para muchos, esta firma supuso una afrenta y una humillación para el pueblo alemán. Este acuerdo acabaría plantando la semilla de un nuevo conflicto que crecería y se haría imparable con la llegada al poder de Adolf Hitler en los años treinta.