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Hallada la piel petrificada de un pigüino de hace 43 millones de años

Investigadores argentinos acaban de revelar el descubrimiento de la piel mineralizada de un pingüino que habitó en la Antártida hace aproximadamente unos 43 millones de años. El hallazgo se publica esta semana en la revista Lethaia bajo el título First Neornithes fossil skin of a giant penguin from Antarctica.

Descubierto en el año 2014, por Sergio Santillana, del Instituto Antártico Argentino, el fósil del animal, el cual según los investigadores midió hasta 1,8 metros de altura, perteneció al ala de un ejemplar de Palaeeudyptes gunnari, una de las varias especies extintas de pingüinos que poblaron la Antártida durante el Eoceno, entre hace 56 y 34 millones de años, cuando el continente más meridional de nuestro planeta no estaba recubierto de nieve y hielo, sino de bosques en los que se desarrollaba una fauna diversa. Fue en ese ambiente propicio para el desarrollo de la biodiversidad animal y vegetal que los primeros pingüinos aparecieron hace unos 60 millones de años y paulatinamente se fueron convirtiendo en las aves costeras más numerosas y adaptadas al frío que conocemos en la actualidad.

Detalle del ala

Se trata del único ala descrito para esta especie y representa además el primer registro de un ave neornitina -las aves modernas más antiguas- del que se conserva la piel petrificada en tres dimensiones. El espécimen se encuentra además en perfectas condiciones: la piel se ha conservado en ambas partes del ala, por lo que el equipo de científicos liderado por Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora del CONICET y de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata ha podido comprobar la disposición de los folículos en los que se insertaban las plumas.

La comparación de esta piel fosilizada con las especies actuales de pingüinos de mayor tamaño actuales, como el pingüino emperador -Aptenodytes forsteri- evidencia que Palaeeudyptes gunnari, y probablemente otros pingüinos del Eoceno antártico, ya poseían adaptaciones para protegerse del frío. Su plumaje, aunque menos denso que el desarrollado por los pingüinos modernos, demuestra que la adquisición temprana de caracteres ligados a la adaptación al frío extremo habrían sido clave para el éxito alcanzado por este grupo durante el Eoceno y necesarios para convertirse en la aves que son en la actualidad.