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Isabel I y la era dorada de Inglaterra

A primeras horas del 24 de marzo de 1603, falleció a los 69 años de edad la reina Isabel I de Inglaterra (Greenwich, 1533) en el Palacio de Richmond, a orillas del río Támesis, donde solía ir a cazar ciervos. Según Henry Parry, el capellán real, murió sosegadamente: «Esta madrugada alrededor de las 3:00, Su Majestad partió de esta vida, suavemente como un cordero, fácilmente como una manzana madura del árbol».

Su reinado, de 44 años de duración, es uno de los más largos de la Corona británica, eso sí, superado con creces por Isabel II, que lleva ya más de 60 años en el poder

Isabel I, hija de Enrique VIII, que se casó seis veces, está considerada una de las grandes monarcas de la historia de Inglaterra, que gobernó durante la era dorada de este país. No sólo afirmó a Inglaterra como potencia política y económica, sino que propició un gran desarrollo cultural. Bajo su mandato vivieron personajes ilustres como William Shakespeare o Christopher Marlowe; pero también corsarios como Francis Drake, que contribuyó (además de los elementos) en la derrota de la gran flota enviada por Felipe II a conquistar Inglaterra, o Walter Raleigh, que participó en la toma de Cádiz en 1596.

Isabel I ha pasado a la historia tanto por sus virtudes como por sus defectos. Fue una persona culta e inteligente, implacable y enérgica, pero también cruel y ávida de poder. Durante toda su vida eludió el matrimonio para garantizar la independencia de sus actuaciones, por lo que se la conoce como la Reina Virgen, aunque según se cuenta se enamoró en reiteradas ocasiones, especialmente de Robert Dudley, el primer conde de Leicester, que murió de una enfermedad repentina en 1588.

El azote de los católicos

Isabel I apoyó a los protestantes, persiguió a los católicos y creó la Iglesia de Inglaterra, independiente de Roma, que consolidó el anglicanismo. En 1587 decapitó a María Estuardo, la reina de Escocia, en el castillo de Fotheringhay, que murió como una mártir católica. Esta ejecución provocó el enfrentamiento definitivo entre Inglaterra y la España católica, que a pesar de la ruina económica que la guerra ocasionó a ambos países, consagró la supremacía marítima de Inglaterra e impulsó su expansionismo.

Se desconoce cuál fue la causa exacta de la muerte de Isabel I. En sus últimos años sufría de insomnio y depresión, padecía debilidad general y, según se cuenta, se sentía atormentada por la muerte de María Estuardo. Murió echada sobre unos cojines que habían extendido en el suelo sus damas de honor, quizá por muerte natural, neumonía e incluso envenenamiento con cerusa, una sustancia que utilizaba como maquillaje.

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