Andrea Silva, de 44 años, espera los resultados de la prueba del COVID-19 realizada a su padre en la unidad de urgencias del barrio de clase obrera de Marechal Hermes, en Río de Janeiro, Brasil. Para algunas personas, sobre todo en una difícil situación económica, la religión supone un gran pilar sobre el que sustentarse ante la ausencia de otros recursos con los que hacer frente a situaciones extremas como la pandemia mundial del coronavirus.