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La púrpura fenicia, el tinte más preciado de la Antigüedad

Cuenta una leyenda que durante un paseo romántico con la hermosa nereida Tiro, el dios Melqart descubrió por casualidad el exquisito tinte de color rojo púrpura que iba a convertirse en símbolo de los fenicios. Decidido a sorprender a su acompañante, Melqart envió a su galgo a rastrear las playas del Líbano en busca de un bello presente como muestra de su afecto. Sin embargo, cuando el perro finalmente volvió de su expedición, el dios observó que éste tenía el morro ensangrentado. Melqart se acercó preocupado a su mascota, pero enseguida se dio cuenta de que la sangre no era del perro, sino que procedía de un molusco hecho trizas, el murex; el animal llevaba tan bien sujeto entre sus fauces al molusco que lo había triturado. De la mezcla de la sangre del murex con la saliva del perro surgió, nada más secarse, un bonito tono de color púrpura-rojizo. La intensidad de ese color atrajo la atención de la nereida Tiro, quien accedió a convertirse en la esposa de Melqart si el dios era capaz de confeccionar un vestido que tuviese ese mismo tono. El ingenioso Melqart recogió los suficientes moluscos como para poder colmar los deseos de su amada. Fue así como surgió la llamada «púrpura de Tiro».

En una tradición alternativa, el vestido confeccionado por Melqart fue para el legendario rey de Tiro, Fénix, que sentía tal pasión por ese color que decretó que sus dominios pasarían a llamarse Fenicia (que significa «tierra de púrpura») y que todos los futuros gobernantes tendrían que vestir de ese color como distintivo de su rango real. Aunque ambas historias proceden de tradiciones grecorromanas tardías, la imagen de un perro royendo una concha de murex se ha descubierto en varias monedas de Tiro, lo que indica que las leyendas pudieron tener un origen fenicio.

El pueblo de la púrpura

A pesar del uso de historias mitológicas para explicar la génesis de la púrpura de Tiro, este tinte jugó un papel fundamental en la historia de los fenicios. El mismo término «fenicio», que fue usado por los griegos desde los siglos IX-VII a.C. para referirse a las diversas ciudades-estado que florecieron a lo largo de la costa de lo que hoy es Líbano, Siria y el norte de Israel –como la isla de Arwad, Biblos, Beirut, Sidón, Sarepta y Tiro–, aludía seguramente a la púrpura. En griego, phoínix podía también usarse para referirse a un color púrpura rojizo, y el hecho de que se aplicara al conjunto de las ciudades fenicias sería una alusión deliberada a la industria textil de la púrpura por la que éstas se hicieron famosas. En la Antigüedad, otra conocida teoría sostenía que la palabra podía relacionarse con el legendario Fénix, que algunos creían, como hemos visto, que había patrocinado el uso de la púrpura en Tiro.

A lo largo de toda su historia, los fenicios estuvieron indisolublemente unidos al comercio. Exportaban por todo el Mediterráneo una extensa variedad de productos, que incluían objetos metálicos ornamentados, tallas de marfil, madera de cedro, athyrmata (baratijas), vino y aceite de oliva. Pero uno de los artículos con los que ganaron especial fama fueron sus telas de llamativos colores y fina factura. Homero, por ejemplo, alabó los coloridos vestidos que producían y llevaban puestos las mujeres de Sidón. Al mismo tiempo, los anales asirios recogen listas de tributos entre los que aparecen con frecuencia prendas decoradas con profusión ofrendadas por la ciudad fenicia de Tiro. También en el Antiguo Testamento, concretamente en una lista de productos compilada por el profeta Ezequiel, se relacionan este tipo de telas.

Miles y miles de moluscos

Es difícil sobreestimar la importancia cultural, económica y social de estas telas, cuya producción artesanal requería una gran cantidad de trabajo. Estos tejidos ofrecían protección contra los elementos, eran signo de estatus social, se usaban para plasmar eventos o historias en forma de tapices e incluso podían ser tan valiosos que se empleaban como un tipo de moneda. Desgraciadamente, poco es lo que se sabe del aspecto o el modo en que se fabricaban estos brocados fenicios, pues han sobrevivido muy pocos fragmentos. A pesar de la falta de información sobre estos tejidos, las fuentes antiguas sí proporcionan informes detallados sobre la producción y el uso del tinte púrpura. Además, el hallazgo de numerosas instalaciones para la recolección del murex y su tratamiento para hacer tinte en las localidades de Arwad, Beirut, Sidón, Sarepta, Tiro, Tell Keisan, Shiqmona, Dor y Akko pone de manifiesto cuán importante fue esta industria para los fenicios.

En griego, el término phoínx, usado para referirse al conjunto de ciudades-estado de la costa del levante Mediterráneo, podía usarse para referirse al color púrpura rojizo

El famoso naturalista romano Plinio el Viejo ofrece en su Historia natural –obra escrita en el siglo I d.C.– la mas detallada descripción de cómo se fabricaba este tinte. La materia prima básica era un líquido opaco que se obtenía de las glándulas mucosas de dos tipos de moluscos, el Murex trunculus y el Murex brandaris. El primero se usaba para hacer un tipo de púrpura azul que se conocía como «azul real», mientras que el segundo se usaba para hacer «púrpura de Tiro». Ambos tintes eran indelebles, es decir, no se decoloraban fácilmente, una rara cualidad entre los tintes antiguos que los hacía muy apreciados.

El primer paso en este proceso era hacer acopio de grandes cantidades de estos moluscos. Como ambas especies son carnívoras, el método más efectivo para capturar muchos era sumergir cestos de malla con conchas y trozos de pescado como cebo. Una vez recolectados, los caracoles de tipo murex se mantenían con vida en grandes contenedores o en estanques artificiales llenos de agua de mar hasta que se hubiera conseguido una cantidad suficiente. El siguiente paso era extraer la glándula mucosa que contiene los componentes químicos que se necesitan para producir el tinte. A los ejemplares grandes normalmente se les extraían esas glándulas con un utensilio especial de hierro o bronce, mientras que en el caso de los especímenes más pequeños se machacaban el cuerpo, la glándula y la concha hasta convertirlos en una masa pastosa.

Una industria muy lucrativa

Cuando ya se habían recolectado suficientes glándulas, se colocaban en una gran cuba de estaño que contenía agua salada y después se les aplicaba calor durante diez días. Durante ese tiempo, el tinte iba rezumando poco a poco, surgiendo un compuesto incoloro que, debido a una compleja reacción fotoquímica, producía un colorante púrpura cuando era de nuevo expuesto al aire y a la luz del sol. La exposición de este líquido a la luz, junto con el prolongado uso del calor, provocaba un olor apestoso por el que esta industria se hizo notoria en la Antigüedad.

La masa resultante del triturado de moluscos en agua salada se exponía al sol durante días provocando un olor apestoso

Por esta causa, la mayor parte de las instalaciones manufactureras (y los montones de conchas podridas) se localizaban a las afueras de una ciudad o población y, en la medida de lo posible, a sotavento de las zonas residenciales. El propio Plinio el Viejo hace referencia a este hecho en su Historia natural: «Por eso podría perdonarse incluso esa pasión por la púrpura, aunque al mismo tiempo nos vemos obligados a preguntarnos: ¿de dónde salen estos precios tan altos para el producto de estos moluscos, que producen un olor tan fétido durante el tintado y un líquido de tono verdoso y feo, parecido al de un mar revuelto?».

Como cada murex destilaba unas pocas gotas de esas preciadas secreciones, la manufactura de la púrpura de Tiro en cantidades industriales requería muchos miles de moluscos. Los arqueólogos han calculado que se necesitaban doce mil moluscos de murex de un tamaño estándar (60-70 milímetros) para producir 1,4 gramos de tinte, lo que era suficiente para teñir el ribete de un vestido de tamaño normal; así que para destilar el tinte suficiente para teñir incluso una pequeña pieza de ropa se necesitaban enormes cantidades de murex. Esto explica que el tinte púrpura de Tiro fuera a veces más valioso incluso que su equivalente al peso en plata y oro, por lo que las telas de púrpura podían alcanzar precios exorbitantes. Por ejemplo, según cuenta Teopompo, un historiador del siglo IV a.C., los hombres de la ciudad de Colofón, en Asia Menor, «solían pasearse por la ciudad llevando prendas de púrpura, que en ese tiempo era un color raro incluso entre los reyes; y muy demandado, pues la púrpura se vendía regularmente por su peso en oro».

De hecho, los tejidos de púrpura eran tan codiciados que astutos hombres de negocios crearon una multitud de tonos de imitación de inferior calidad para satisfacer la demanda. Por esta razón, cerámicas y tejidos teñidos de púrpura tienen que someterse a un análisis químico antes de que los arqueólogos puedan dictaminar que son genuinos ejemplos de «azul real» o «púrpura de Tiro».

Esplendor y decadencia

Aunque la costa del Líbano tenía un ecosistema que podía favorecer una gran concentración de moluscos de tipo murex, en cuanto la demanda sobrepasó las reservas existentes se tuvieron que importar estos moluscos desde otras regiones del Mediterráneo y del golfo de Aqaba, en la costa del mar Rojo. La merma de la población local de murex, combinada con el deseo de adquirir cada vez una mayor cantidad de estos moluscos, hizo que los fenicios empezaran a fundar colonias ultramarinas en regiones que pudieran acoger este tipo de industria.

Las grandes cantidades de conchas de murex machacadas halladas por los arqueólogos en Almuñécar, Roscanos y Morro de Mezquitilla, en España; Cartago, Kerkouane y Meninx (Djerba), en Túnez, y Mogador (Essaouira), en Marruecos, proporcionan la evidencia de una industria del tinte púrpura a gran escala tanto en la península ibérica como en el norte de África. Según Plinio, después de Tiro, era la ciudad de Meninx la que producía el tono de púrpura más intenso. Se puede decir que el amor de los fenicios por la púrpura estaba indirectamente relacionado con su gran logro: la expansión del alfabeto por todo el Mediterráneo, que este pueblo exportó junto con otros productos.

Sometidos desde el siglo IV a.C. a la Grecia helenística y luego a Roma, los fenicios desaparecieron gradualmente, pero la industria de la púrpura que habían creado continuó floreciendo. De hecho, los romanos desarrollaron sus propias técnicas para la cría artificial de murex y otros moluscos en estanques excavados en la roca. La producción de tinte púrpura de murex continuó en el Imperio romano de Oriente hasta que ningún emperador bizantino dispuso de los recursos económicos necesarios para continuar con tan cara actividad. A pesar de los avances en la producción de tintes, que han logrado que el tinte púrpura sea considerablemente más barato, hoy en día países de todo el mundo todavía asocian la púrpura de Tiro con la realeza.

Para saber más

A short history of the Phoenicians. Mark Woolmer. I. B. Tauris, Londres, 2017.

Púrpura, del mercado al poder. Pilar Fernández Uriel. UNED, Madrid, 2010.

Purpurae vestes: textiles y tintes del Mediterráneo en época romana. Carmen Alfaro Giner. Universidad de Valencia, Servicio de Publicaciones, 2004.