SI TIENES PROBLEMAS PARA REPRODUCIR!

Ilustración 1MABARADIO

 Haz click Aquí.

 

Nicolás Copérnico y la revolución del cosmos

Al mirar los retratos de Nicolás Copérnico vemos a un hombre de mediana edad, bien afeitado, con el pelo oscuro ligeramente ondulado, nariz pronunciada, un poco aguileña, y ojos agudos, con una mirada decidida. A primera vista, no hay mucho que lo distinga en una galería de retratos renacentistas y no parece que estemos delante del autor de la revolucionaria teoría que sacudió los fundamentos de la ciencia. ¿Quién fue el hombre que transformó la idea que la humanidad tenía del universo que la rodeaba?

Copérnico nació el 19 de febrero de 1473 en el seno de una familia burguesa de Torun. Su padre era un comerciante recién llegado de Cracovia, la capital del reino polaco, y su madre venía de una adinerada familia local. Torun era uno de los principales centros urbanos en el norte de Polonia, país al que pertenecía desde 1466. Su ubicación en la ribera del Vístula y en un cruce de caminos comerciales contribuía a la riqueza de la ciudad y de sus habitantes.

Poco sabemos sobre la educación juvenil de Copérnico. Lo más probable es que Nicolás, junto con su hermano pequeño Andrés, estudiase en la escuela parroquial de la catedral de San Juan y después en una escuela secundaria de la cercana ciudad de Chełmno. A los diez años, el futuro astrónomo perdió a su padre. Desde entonces, la figura masculina más importante en su vida sería la de su tío materno, Lucas Watzenrode, quien en 1489 se convertiría en obispo de Varmia.

Una ciudad cosmopolita

Copérnico se matriculó en la Academia de Cracovia en 1491. Era la única universidad en Polonia y una de las pocas en esta parte de Europa. Fundada en 1364, ganó fama en la segunda mitad del siglo XV como importante centro de estudios matemáticos y astronómicos gracias a una serie de profesores excepcionales como Juan de Głogów, quien calculó la posición geográfica de Cracovia, o Alberto de Brudzewo. Era un ambiente propicio para que arraigara una nueva corriente cultural que llegó a Polonia desde el sur de Europa: el Renacimiento.

Cracovia era una ciudad cosmopolita y repleta de visitantes procedentes de todos los rincones de Europa: mercaderes, artesanos e intelectuales. El preceptor de los hijos del monarca era el humanista italiano Filippo Buonaccorsi, antiguo miembro de la Academia Romana, donde fue conocido bajo el apodo de Calímaco. Por su universidad pasaban los heraldos del humanismo y sus imprentas publicaban los primeros libros. El fervor intelectual de la ciudad seguramente fascinó al joven Nicolás, que, sin embargo, no llegó a terminar sus estudios allí. En 1495, gracias a la protección de su tío obispo, Copérnico fue nombrado canónigo del cabildo de Frombork, sede del obispado de Varmia. Pero Lucas Watzenrode, consciente de los talentos de su sobrino, optó por enviarlo a estudiar Derecho a Bolonia.

El viaje a Italia, cuna de la cultura renacentista y donde la modernidad dialogaba con la Antigüedad, era la realización de los sueños de cualquier intelectual de la época. Pero para el futuro astrónomo suponía otra cosa más, pues un título conseguido en una de las más antiguas y prestigiosas universidades europeas era el pasaporte para un rápido ascenso en la jerarquía eclesiástica y, en consecuencia, para hacer carrera en la corte real.

En Italia, el joven de Torun, en vez de entregarse al estudio del Derecho, continuó con su interés por las ciencias. Pronto se puso en contacto con el famoso astrónomo boloñés Domenico Novara, a quien acompañó en sus observaciones, más como asistente que como discípulo. En 1500, Copérnico fue a Roma para participar en las celebraciones del año del jubileo y probablemente también para hacer prácticas en derecho canónico en la administración papal. Sabemos que pronunció allí una conferencia astronómica. Si Copérnico efectivamente habló de astronomía en la Ciudad Eterna, con toda probabilidad no se trató de una ponencia oficial sino, más bien, de una charla privada, típica en el ámbito renacentista. Tal vez presentó los resultados de sus observaciones rodeado por un círculo limitado de científicos y conocidos. Comoquiera que fuese, se trató de un hecho puntual: Copérnico nunca más manifestó en público sus opiniones sobre astronomía.

Entre Polonia e Italia

La estancia boloñesa tampoco concluyó con la obtención de un título de estudios, como se esperaba de él. Pese a ello, al regresar a Polonia, Nicolás consiguió el permiso del cabildo de Frombork para volver a Italia. Se comprometió a estudiar Medicina, una ciencia mucho más empírica y que seguramente se correspondía mejor con el verdadero interés de Copérnico: la observación de la Naturaleza. Así, en 1501, Nicolás volvió a Italia, precisamente a Padua, considerada entonces la meca de las ciencias naturales, y a lo largo de dos años se estuvo formando como médico. Terminado este período, y tras una década de estudios en tres centros diferentes, Copérnico, que ya tenía 30 años, necesitaba un título oficial. Lo obtuvo, sorprendentemente, en una cuarta universidad –la de Ferrara–, donde el último día de mayo de 1503 pasó su examen de doctorado, no en Medicina, sino en Derecho Canónico. Finalmente, el doctor Copérnico podía volver a Varmia con el deber cumplido, pero también con unos amplios conocimientos generales y un gran bagaje de experiencias.

De vuelta a Polonia, pasó los primeros años al lado de su tío, como su secretario y médico personal en el castillo de Lidzbark Warminski, residencia del obispo. Copérnico acompañó a su tío en sus viajes por toda Polonia. En uno que hizo a Cracovia publicó, en 1508, una traducción latina de las cartas del autor bizantino Teofilacto Simocatta. Su versión, aunque desvela carencias en el dominio del griego, es una muestra de sus amplios horizontes intelectuales.

Al servicio de la catedral

Alrededor de 1510, tío y sobrino empezaron a distanciarse. Al envejecido Watzenrode, que moriría dos años después, no le gustaba la pasión científica de Copérnico y su aparente falta de ambición por obtener cargos más importantes. El astrónomo dejó Lidzbark Warminski y se trasladó a Frombork. Allí fue nombrado primero canciller y después administrador de los bienes de la catedral. En la guerra de 1520-1521 entre Polonia y la Orden de los Caballeros Teutónicos, encabezó la defensa del castillo de Olsztyn. Durante todos esos años demostró claramente su dedicación y utilidad para el cabildo, hasta el punto de que fue nombrado administrador interino de la diócesis tras la muerte de uno de los obispos a mediados de la década de 1520. A pesar de ello, nunca intentó seguir las huellas de su tío.

Tras obtener un doctorado en Derecho canónico, Copérnico pasó varios años como asistente de su tío, obispo de Varmia

El astrónomo, en cambio, observaba el firmamento noche tras noche. De su estancia en Olsztyn proviene una tabla astrónomica para observar el movimiento del Sol, cuyos restos se aprecian hoy en día en una de las paredes del claustro del castillo. En Frombork mandó construir el pavimentum, una terraza nivelada donde puso todos los instrumentos astronómicos que había fabricado él mismo. Hasta el fin de su vida anotaría escrupulosamente los resultados de sus observaciones, construyendo un modelo del universo cada vez más elaborado.

No tenemos muchas noticias sobre la vida personal de Copérnico. Su buen amigo Tiedeman Giese, obispo de Chełmno, lo describió como una persona poco sociable e inmersa en sus propios asuntos. En este sentido, en 1538 apareció un enigmático personaje en su vida, Anna Schilling, su ama de llaves. Su supuesta intimidad con el sexagenario canónigo se convirtió en tema de cotilleo hasta que el obispo de Varmia, Juan Dantisco, obligó a Copérnico a alejarla de él. Schilling tuvo que irse de Frombork y Copérnico se quedó otra vez solo con sus obligaciones y sus pasiones científicas.

En 1540 apareció en la vida del astrónomo la persona más importante para su futura fama: Georg Joachim Rheticus. Desde hacía unos treinta años circulaba por Europa en copias manuscritas un breve tratado de Copérnico, en el que refería (aunque sin dar pruebas matemáticas) las bases generales de la teoría heliocéntrica, que situaba al Sol en medio del universo y a la Tierra girando a su alrededor. El texto titulado Commentariolus se hizo famoso entre los astrónomos. "Todas las esferas giran en torno al Sol, que se encuentra en medio de todas ellas [...] cualquier movimiento que parezca acontecer en la esfera de las estrellas fijas no se debe en realidad a ningún movimiento de ésta, sino más bien al movimiento de la Tierra", escribía allí Copérnico.

"Cualquier movimiento que parezca acontecer en la esfera de las estrellas fijas no se debe en realidad a ningún movimiento de ésta, sino más bien al movimiento de la Tierra"

Rheticus quería conocer personalmente al autor de esta teoría y aprender de él. Cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que Copérnico tenía en un manuscrito una obra mucho más elaborada, llena de observaciónes, cálculos y modelos geométricos. Con su entusiasmo, y apoyado por amigos del astrónomo, como el mencionado Tiedeman Giese, Rheticus logró convencer a Copérnico para que le diera el permiso de escribir y publicar la Narratio prima. El libro, una exposición simplificada de las investigaciones de Nicolás Copérnico, apareció en Gdansk en 1540. En 1543, gracias al empeño personal de Rheticus, apareció en Núremberg la versión completa de Sobre las revoluciones de los orbes celestes. Entonces, Copérnico ya estaba moribundo como consecuencia del ictus que había sufrido pocos meses antes. Moriría el 24 de mayo.

Una obra revolucionaria

Sobre las revoluciones desmontaba la teoría ptolemaica dominante desde hacía 1.500 años, según la cual el centro del mundo era la Tierra y que todos los cuerpos celestes circulaban a su alrededor. Las falacias de la teoría geocéntrica eran cada vez más patentes y Copérnico, inspirado por algún autor antiguo –que había contemplado la posibilidad de que la Tierra no fuera inmóvil– y por sus propias observaciones, ofreció una firme base matemática, en la que defendía la idea del Sol como centro del universo, mientras los planetas giraban alrededor del astro en órbitas circulares. La Tierra no sólo no era el ombligo del mundo, sino que estaba sometida a tres movimientos diferentes: giraba alrededor del Sol, sobre sí misma y tenía una declinación angular de su eje. Para demostrar todo eso, el astrónomo ofreció un gran número de cálculos y dibujos que ilustraban sus ideas.

Asimismo, en el prefacio de Sobre las revoluciones, dirigido al papa Pablo III, escribió: "Si por casualidad hay charlatanes que, aun siendo ignorantes de todas las matemáticas, presumiendo de un juicio sobre ellas por algún pasaje de las Escrituras, malignamente distorsionado de su sentido, se atrevieran a rechazar y atacar esta estructuración mía, no hago en absoluto caso de ellos [...]. Las Matemáticas se escriben para los matemáticos, a los que estos trabajos nuestros, si mi opinión no me engaña, les parecerán que aportan algo a la república eclesiástica, cuyo principado tiene ahora Su Santidad".

La teoría heliocéntrica fue prohibida desde 1616 por la Iglesia, aunque los astrónomos más importantes la daban por cierta

Nicolás Copérnico tenía razón tanto en su visión del universo como acerca de las reacciones hacia su obra. Sobre las revoluciones sufrió ataques por parte de gente inexperta, pero fascinó a matemáticos y astrónomos. Galileo Galilei, firme partidario del heliocentrismo, decía que no conocía a nadie que, tras haberla leído, siguiera defendiendo la teoría geocéntrica. El científico italiano se enfrentó a un juicio por herejía por defender las teorías copernicanas, prohibidas desde 1616. Galileo fue condenado por el Tribunal de la Inquisición, pero pocas dudas tenía sobre la teoría heliocéntrica cuando, tras retractarse pronunció: "Y sin embargo se mueve".

Para saber más

Un cielo pluscuamperfecto. Copérnico y la revolución del cosmos. Dava Sobel. Turner, Madrid, 2012.

Copérnico. John Banville. Edhasa, Barcelona, 2004.

Sobre las Revoluciones de los orbes celestes. Nicolás Copérnico. Tecnos, Madrid, 2007.