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Ruta por Cataluña: de las montañas al mar

No nos damos cuenta; pero los paisajes están unidos entre sí, fluyen más que saltan, como si una sutil línea los uniera a través de los kilómetros. De ahí que con esta ruta podamos recorrer Cataluña desde los Pirineos hasta el mar para, finalmente, ahí, junto al Mediterráneo, encontrarnos de nuevo con la montaña.

En la frontera con Francia

Antes, hay que comenzar unos kilómetros tierra adentro; en concreto, en el Val d'Arán. El túnel de Viella y la popularidad del esquí contribuyeron a convertir un territorio de leñadores y pastores en uno de los enclaves turísticos más importantes de Cataluña. Los atractivos son los de un valle atlántico en los Pirineos, con sus montañas, cimas, bosques, con sus senderos, sus iglesias románicas, su cultura y gastronomía.

Más allá, Francia. De hecho, Les es el último pueblo que atraviesa la N-230 antes de cruzar la frontera. De ahí que sea un lugar perfecto para comenzar a conocer el Val d'Arán. También porque en el subsuelo corren aguas termales de propiedades curativas. Además, los viajeros más sibaritas podrán disfrutar de uno de los caviares de producción ecológica más valorados del mundo: el caviar Nacariï.

En Viella, la capital de la comarca, nos espera toda la historia de la zona en una casa señorial del siglo XVII, sede principal del Museo del Val d'Arán. Desde allí, cruzando el Río Nere, y paseando entre casas de piedra, alcanzaremos la iglesia de Sant Miquèu de Vielha, una joya del románico. La plaza de la iglesia es un buen lugar para observar el paisaje de montañas y tupida vegetación que nos rodea.

Dicen que fue aquí donde el diablo y el arcángel San Miguel se jugaron el dominio del valle lanzando piedras a una pared montañosa: la roca de los 9 agujeros. El arcángel acertó en nueve ocasiones y el diablo solo una, con lo que el lugar pasó a ser cuestión celestial.

De ahí la parroquia, cuya torre del campanario nos recordará a la torre defensiva de un castillo legendario. Y es que, antiguamente, había justo en el lugar una fortificación medieval. Lo más destacado del interior del templo es la escultura del Cristo de Mitg Arán y del exterior, su asombrosa portada, datada entre los siglos XIII y XIV.

Pueblos de piedra y tejados de pizarra

Siguiendo la nacional, entre Cataluña y Aragón, y bordeando el espectacular Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, entramos en la comarca del Pallars Sobirà. Su capital es Sort, uno de esos topónimos que en seguida caen simpáticos, pero que llevan a confusión. Aunque pueda parecer evidente, no significa “suerte”; más bien, es un topónimo de origen bascoide de la raíz “suert”, que significaba “puente”. Es decir: el puente sobre el río.

Y, efectivamente, el río Noguera Pallaresa define la esencia de la comarca, famosa por su oferta de deportes de aventura y de aguas bravas, y también por sus pueblos de piedra y tejados de pizarra, por los balcones de madera y sus flores, las calles empedradas y por sus ermitas en el camino y sus castillos en la altura.

Que Sort quisiera significar “puente” y no “suerte” en sus orígenes no fue inconveniente para que los condes de Pallars decidieran asentarse en él. Desde entonces, creció acompañado de un puente y de un castillo, que hoy encontramos arriba de la colina y desde el cual podremos tener una vista única de los tejados de pizarra y sus calles estrechas capaces de transportarnos a la época medieval.

Para conocer un poco más de la arquitectura tradicional del Pallars Sobirà, podemos extendernos en la ruta y llegar hasta Tornafort y Tavascan. Éste último es perfecto para perderse y estar unos días alejados del mundo. Sus casas de piedra llegan a confundirse con el color de la montaña. Desde su pequeño puente medieval sólo el fluir del río marcará el paso del tiempo.

La Cataluña medieval

Si Sort fue casa de los duques, la Seu d’Urgell lo fue de los obispos. Dejamos el Pallars Sobirà para entrar en el Alt Urgell y seguir ruta junto a la ribera del Segre para conocer uno de los enclaves más importantes de la Cataluña medieval. La Av. de Pau Claris divide la parte nueva de la Seu d’Urgell, con su urbanismo de líneas rectas, de la vieja, con sus calles alrededor de Catedral de Santa María, del siglo XII.

Es un verdadero placer caminar por las calles peatonales hasta desembocar en el Carrer Major, con el ambiente que concentran sus tiendas bajo los porches. Justo antes de encontrarnos con la catedral, está el Espai Ermengol, el museo de la ciudad. Desde él, comienza una ruta para conocer todos los enclaves y monumentos principales del conjunto histórico. Y no sólo historia; entre tanta naturaleza es normal que el ganado campe a sus anchas y feliz. De ahí que entre los tesoros patrimoniales del Alt Urgell estén también sus quesos, de modo que la Seu d’Urgell es la capital del queso.

Remontando el río Segre, llegaremos hasta la Cerdanya, un valle histórico que actualmente se reparte a ambos lados de la frontera. Esa y otra característica más lo hacen muy peculiar: probablemente estemos en uno de los lugares de España con los topónimos más cortos, como por ejemplo, Pi, Ur, Alp o Ger, entre otras pequeñas localidades.

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Puigcerdà, capital de la Cerdanya catalana, aún está lejos del mar. De hecho, a muchos les recuerda en belleza a los paisajes montañosos de los valles de Suiza. Un buen lugar donde empaparse de esta esencia paisajística es el Parque Schierbeck. Ya se sabe que todo reflejo es una doble oportunidad para disfrutar de la belleza. Y éste es un parque con un estanque histórico en cuya superficie se ven reflejadas las montañas de alrededor.

Desde el parque hay que llegar al Carrer Major y pasar por la oficina de turismo que ocupa el antiguo campanario de Santa María. Se puede acceder a la parte superior que funciona como mirador sobre el valle en el que se asienta la ciudad. Una forma diferente de conocerla es a través de la literatura; en concreto siguiendo la ruta en relación a la obra El juego de Ángel de Carlos Ruiz Zafón con diez puntos señalados como la antigua estación de tren y alrededores del estanque.

Tierras de condes y abades

A poco más de media hora en coche podemos extender nuestra ruta a Bagà, donde conoceremos la fabulosa historia de los Cátaros y los bellos interiores del Palacio del Pinós, y llegar hasta Castellar de n’Hug. Allí nace el Río Llobregat. La ruta hasta las fuente del nacimiento de este importante río permite disfrutar de la naturaleza en família. Dejaremos el coche en el parking para descender por el Clot del moro cómodamente hasta el nacimiento del río.

Muy cerca del nacimiento del río Llobregat, está Gombrèn, donde la leyenda ubica el castillo del Conde Arnau: es el Castillo de Mataplana. Hoy quedan los restos y la capilla; pero en el casal de cultura de la villa tendremos la oportunidad de hacernos una idea completa de este personaje, entre lo histórico y lo mítico, que nos acompañará a lo largo del Ripollès, comarca que alcanzamos dejando atrás la Serra de Montgroy y Cavallera por el eje Pirenáico.

La comarca es un mundo de paisajes y patrimonio cultural que se reparten por el Valle de Camprodón, el de Ribes y el Baix Ripollès. En Ripoll, la capital, encontramos uno de los grandes centros de la Cataluña medieval. Basta ir hasta el Monasterio de Santa María, uno de los monumentos románicos más espectaculares de Cataluña.

Una joya del arte románico

Ripoll se expande en el centro del triángulo que forman el Freser y el Río Ter al unirse. Al norte del municipio, pasada la Plaça del Ajuntament, está el Monasterio de Santa María, fundado por Guifré el Pilós, en el año 888. Su pórtico es una joya del románico. Accediendo al atrio del monasterio nos encontramos con una fabulosa plasmación iconográfica de la Biblia. El pórtico, en la forma de un gran arco del triunfo, se eleva ante nosotros con escenas reconocibles de la tradición evangélica, con figuras de hombres, ángeles, animales y detalles geométricos. Hay que imaginarlo no así, con el color de la piedra, sino con la apabullante policromía de vivos colores del siglo XIII.

Y de un monasterio a otro, el de Sant Joan de les Abadesses, que se encuentra a menos de quince minutos conduciendo. Sus orígenes medievales también los encontramos en la época de Guifré el Pilós, cuando en el año 887 mandó construir este otro monasterio. Su singularidad es que fue el primer monasterio femenino y su primera abadesa fue Emma, la hija de Guifré el Pilós. Accedemos a Sant Joan de les Abadesses por el puente nuevo; pero a nuestro lado, se ve el antiguo Pont Vell, como si nadie quisiera avanzar en el tiempo dejando atrás el pasado. Aquí, nos saldrá al encuentro de nuevo el Conde Arnau. El Centro de Interpretación del mito, en el Palau de l'Abadia, presenta una serie de recursos para que podamos conocer la figura mítica a través de todas las manifestaciones culturales de Cataluña.

Ascendiendo hacia el norte, alcanzamos Camprodón. Su centro histórico se recorre en un apacible paseo tras cruzar el icónico Pont Nou; pero no nos dejemos llevar a confusión, el Pont Nou no tiene nada de nuevo, si no que sus orígenes se remontan al S. XII. Las vistas desde el mismo del carrer Sant Roc son una de las más representativas del municipio, base para realizar algunas interesantes rutas senderistas por la zona.

Si queremos sentir la calma y la tranquilidad de estos parajes del valle, donde ni el paso del tiempo parece estorbar, hay que ir hasta Beget. Más que un pueblo parece la viva representación del pueblo medieval perfecto, con su puente, sus casas de piedra, el río y la bellísima iglesia de Sant Cristófol de Beget.

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Los volcanes de Cataluña

La ruta nos llevará hacia la Garrotxa y su paisaje volcánico; pero antes de llegar a Olot, pasaremos por Oix y Castellfollit de la Roca. La visión de éste, con sus casas justo haciendo equilibrio en el precipicio es de las que nunca se olvidan.

Una cuarentena de volcanes se reparten por el extenso Parc Natural de la Zona Volcànica de la Garrotxa; pero tranquilos, la última erupción importante se remonta a hace 17.000 años. Uno de los paisajes que mejor resume la esencia de la Garrotxa es la Fajeda d’en Jordà: un bosque de hayas único en España, cuya belleza cantó en versos el poeta Joan Maragall. En contra de lo habitual en estos bosques, éste crece sobre un terreno relativamente llano formado por la lava procedente del volcán del Croscat. Este paisaje se torna espectacular en otoño. Mientras, en Olot, capital de la comarca, nos aguarda un interesante patrimonio cultural como por ejemplo, el Convento del Carmen del siglo XVI, cuyos claustros hoy son ocupados por la Escuela de Arte de Olot.

El Mediterráneo a la vista

De la mano del río Fluvià, llegaremos al Empordà, tierra de pueblos medievales, de calas mágicas y genios como Josep Plà. Y entre sus genios, el más universal, Dalí, nos servirá de hilo conductor para conocer la comarca. Para ello trazaremos un triángulo uniendo en el mapa Púbol, Figueres y Port Lligat. Es el espacio en el que nació, vivió, se inspiró y murió.

Figueres, capital de la comarca, es la ciudad que lo vio nacer y en la que el joven genio pasaría su juventud al amparo de un padre severo. Dalí recibió bautismo en la iglesia de Sant Pere, a dos manzanas de su casa natal, en la calle Monturiol, la calle de los genios, como él la llamaría más tarde. En la misma, podemos aprovechar nuestro paseo, para visitar el interesante y divertido Museo del Juguete de Cataluña.

La culminación de su arte llegó en su madurez en el antiguo espacio del teatro de Figueres para reconvertirlo en, en sus propias palabras, “un objeto surrealista absoluto” que hoy podemos visitar para disfrutar de una completa colección con sus obras más destacadas. En él, está su cripta. Allí, permanece enterrado el genio, separado de su amada, que fue enterrada en Púbol.

Cadaqués

La familia pasaba los veranos en uno de los pueblos más bellos de la Costa Brava, en Cadaqués. Hasta allí llegó a veranear incluso un joven Lorca. Allí cerca, está la casa que habitaron Dalí y Gala en 1949 tras su retiro de Nueva York. Hoy se puede llegar al que fuera el refugio del genio para acercarnos a su particular mundo desde una perspectiva doméstica.

Más al norte, ya sólo nos queda el Cap de Creus, uno de los lugares más mágicos de la Costa Brava. Allí, los Pirineos donde comenzamos esta ruta alcanzan el mar formando calas rocosas de gran belleza escénica.