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Chernóbil, situación y riesgos de que se produzca un accidente nuclear

La unidad 4, afectada por una explosión, liberó gran parte del material radiactivo de su reactor a la atmósfera en 1986. Parte del reactor se fundió, convirtiéndose en una gran masa sólida compacta que yace entre los muros de hormigón del edificio del reactor. Para evitar la dispersión de ese material radiactivo, se construyeron sendos sarcófagos. Sin embargo, cabe destacar que no existen sistemas activos que requieran refrigeración forzada para los restos de este reactor.

El resto de los reactores parados, están ahora completamente vacíos de combustible. El combustible usado durante los años de operación (cerca de 21.000 elementos) estuvieron almacenados durante años (mínimo 18 meses) en las piscinas de combustible de las propias centrales. Posteriormente se trasladaron al centro de almacenamiento temporal (ISF-1), consistente en piscinas en las que el combustible permanece sumergido en agua. La función del agua es triple: por un lado, facilita la refrigeración mediante circulación forzada; también actúa como blindaje biológico (evitando que la radiación afecte al personal que hay en el edificio); si hubiera fugas de los elementos combustibles de elementos no gaseosos, el sistema de filtrado y desmineralización retiene esas partículas.

La necesidad de refrigeración radica en que muchos de los elementos radiactivos (productos de fisión) que contiene en combustible usado siguen desintegrándose, emitiendo energía. Esa energía debe extraerse para evitar que el combustible aumente de temperatura hasta valores que pongan en riesgo la integridad de los materiales que mantienen el combustible aislado de la atmósfera. El propio proceso de desintegración hace que la cantidad de elementos radiactivos disminuya exponencialmente. Por lo tanto, también la generación de calor disminuye exponencialmente.

Electricidad para enfriar el combustible nuclear

Un elemento de combustible usado de Chernobyl tras 20 años de decaimiento radiactivo supone una carga térmica de 50 W. Una piscina con 21.000 elementos que generan unos 50 W de potencia, debe ser refrigerada para extraer 1 MW de calor residual. Para ello, se dispone de sistemas de refrigeración (bombas, cambiadores de calor, válvulas, sensores de temperatura y caudal, monitores de radiación) que necesitan energía eléctrica para funcionar.

Chernobyl se alimenta desde la red eléctrica ucraniana a través de 2 líneas de 750 kV, 4 líneas de 330 kV y 2 líneas de 110 kV. Además, dispone de 2 generadores diésel capaces de alimentar, cada uno de ellos, todos los sistemas de seguridad de la instalación en menos de 15 segundos y durante, al menos, 7 días en el peor de los casos. Pero esto no acaba aquí. Tras el suceso de la planta nuclear de Fukushima, para superar las pruebas de resistencia establecidas para todas las centrales nucleares, se dispone de otro sistema de generación autónoma capaz de alimentar diversos sistemas de seguridad de las piscinas.

Chernóbil y la guerra de Ucrania

Durante toda la semana han llegado diferentes noticias relacionadas con una posible pérdida de alimentación eléctrica a la instalación. La IAEA informó el día 3 de marzo que se habría perdido una de las alimentaciones a la instalación (no todas). Posteriormente, el 9 de marzo se informó de la pérdida total de suministro eléctrico exterior. Las fuentes interiores (generadores diésel y baterías) estarían disponibles para realizar su función. Por ese mismo motivo ni el regulador ucraniano ni la propia IAEA anticipa un riesgo inminente ante esta situación.

Qué ocurre si Chernóbil se queda sin electricidad

De todos modos y en el hipotético caso de que se perdieran todas las fuentes de alimentación exteriores y simultáneamente los 2 generadores diésel de seguridad y el generador diésel portátil, se perdería la capacidad de refrigerar las piscinas. En ese caso, los análisis revelan que el agua de las piscinas no superaría los 70 ºC. La posible generación de hidrógeno no provocaría concentraciones superiores a 0,2%, muy lejos de valores peligrosos que puedan provocar deflagraciones (como las que sí sucedieron en Fukushima).

A largo plazo, el agua de la piscina se iría evaporando lentamente. Adicionalmente, se han desarrollado estrategias para aportar agua de diversas fuentes a las piscinas (aportes por gravedad, camiones cisterna, camiones contra incendios…), lo que evitaría que el combustible acabara expuesto a la “intemperie”. En el caso de no lograr aportar agua por ningún medio, se tardaría unos 2 meses en alcanzar temperaturas de 300 ºC que podrían poner en entredicho la capacidad estructural del hormigón de las piscinas.

¿Riesgo de accidente nuclear?

Esto no constituye en sí mismo un riesgo para los elementos de combustible. Tras varios años de enfriamiento en las piscinas, los elementos de combustible tienen un calor residual suficientemente bajo para permitir su refrigeración por convección natural con el aire. Para ello se construyó el ISF-2, un almacenamiento en seco del combustible en contenedores con capacidad para 186 “canisters”, fabricados con hormigón de doble capa. Estos contenedores se almacenan en módulos de almacenamiento de hormigón, diseñados para 100 años de operación.

¿Significa todo esto que no existe ningún riesgo? Rotundamente no. El riesgo cero no existe. Si existe voluntad de provocar daños, con repetidos ataques mantenidos en el tiempo, dificultando la restauración de sistemas de seguridad e impidiendo el trabajo de los profesionales del emplazamiento, se acabará por provocar daños. En cualquier caso, eso sí, el impacto radiológico, si lo hubiera, sería muy escaso.

La IAEA y el regulador ucraniano deben tener acceso a toda la información necesaria para verificar la operación segura de la instalación y las acciones tomadas dificultan mucho esta labor. Por eso la IAEA insiste en mantener los 7 pilares fundamentales para la seguridad nuclear. La pérdida de un único pilar no implica que haya afectaciones inmediatas, pero deben garantizarse todos ellos a largo plazo.

Una central nuclear en mitad de una guerra

Dejando de lado el análisis técnico, no parece esperable que exista voluntad de dañar este tipo de instalaciones por varios motivos. En primer lugar, si quieres dañar una instalación no envías tus tropas físicamente al lugar en el que podrían sufrir las consecuencias radiológicas que pretendes provocar. En segundo lugar, una hipotética liberación radiactiva afectaría a Rusia y Bielorrusia principalmente (por cercanía y por predominancia de las corrientes de aire). Adicionalmente, la cantidad de recursos necesarios para provocar este tipo de eventos es desproporcionada, comparada con la “facilidad” de provocar daños en otro tipo de instalaciones igualmente críticas (presas, almacenes de productos químicos…).

De todos modos, cualquier actuación que reduzca mínimamente la capacidad de salvaguardar este tipo de instalaciones debe ser evitada. Ahora mismo la principal preocupación de la IAEA es el bienestar de los trabajadores que deben mantener la operación segura de las instalaciones. Necesitan descansar, ser sustituidos, atención médica y/o psicológica, comida, aseo, etc.