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El cambio climático, el gran peligro para los pingüinos

El cambio climático no afecta a todas las especies por igual. De hecho, tal y como vienen informando varios estudios, una de las primeras especies que están acusando más agudamente los cambios en el clima son los pingüinos. Desde los más pequeños conocidos, los pingüinos azules -Eudyptula minor- que habitan en las costas de Nueva Zelanda y Australia, hasta los más grandes, los pingüinos emperador de la Antártida -Aptenodytes forsteri-, en los últimos años las poblaciones de estas icónicas aves han visto sometidas a una merma progresiva de sus poblaciones.

Por las características del hábitat, uno de los lugares en los que el cambio climático está teniendo un mayor impacto es precisamente en la Antártida, y en concreto una de las especies de pingüinos que parecen estar saliendo peor paradas de la situación son los pingüinos barbijo -Pygoscelis antarcticus- que en los últimos años han visto reducidas sus poblaciones estudiadas en el continente antártico a menos de la mitad que en la década de los 70, pasando en tan solo 50 años de 120.000 parejas reproductoras a tan solo 52.000 aproximadamente

Es por ello que, con motivo del Día de la Concienciación por los Pingüinos, hoy se da a conocer la labor que un grupo de científicos de la Universidad Stony Brook de Nueva York desempeñará como parte de la tripulación del barco Artic Sunrise de Greenpeace, que en estos días dispone su llegada a las costas antárticas con el objetivo de realizar una investigación pionera sobre algunas colonias de pingüinos jamás estudiadas.

“Los pingüinos son una de las especies icónicas de nuestro planeta, pero están siendo muy afectados por la crisis climática y de biodiversidad. Regresamos al mar para investigar cómo la emergencia climática y otras presiones como la pesca industrial, están afectando a los pingüinos en la península Antártica y en el mar de Weddell”, explica Louisa Casson, responsable de la campaña a bordo del Arctic Sunrise.

Un canario antártico

Los pingüinos barbijo, son una de las especies de pingüinos más fáciles de identificar. Reciben su nombre de la delgada línea negra que se dibuja en la parte inferior de su cabeza y que les da el aspecto de parecer llevar un casco. Esta especie de pingüinos tiene una distribución circumpolar, y habita tanto en el continente como en muchas islas que se distribuyen en rededor de la Antártida, desde Argentina hasta Nueva Zelanda.

Pero si esta especie de pingüino ha llamado la atención de los investigadores, no es por el divertido aspecto que comparte con el resto de especies de pingüinos ni por su distribución panantártica, sino por tratarse de una especie centinela, es decir, una especie especialmente susceptible a los cambios en el medio capaz de proporcionar una alerta anticipada de un peligro para otras especies. Si hablamos de cambio climático, se podría asimilar el papel de esta especie al canario que alertaba a los mineros de la presencia de gas grisú y la necesidad de salir corriendo, pero a nivel global.

"Estas significativas disminuciones sugieren que el ecosistema del océano Austral ha cambiado especialmente en el último medio siglo y que este cambio está afectando a la cadena alimentaria de especies como los pingüinos barbijo" explicaba en el año 2021 la doctora Heather J. Lynch, Catedrática de Ecología y Evolución de la Universidad Stony Brook de Nueva York y entonces investigadora principal de la expedición. "Si bien varios factores pueden estar jugando un determinado papel, todas las pruebas que tenemos apuntan al cambio climático como responsable de los cambios que estamos viendo", añadía.

Un pingüino barbijo junto a sus crías

Los gobiernos del mundo se reunirán en la ONU en marzo de 2022 para acordar un nuevo Tratado Global de los Océanos. Esto revisará el sistema parcial de gobernanza global de los océanos que ha permitido la expansión de actividades dañinas y ha visto disminuir la biodiversidad a un ritmo alarmante además de suponer un paso vital para proteger al menos el 30% de los océanos del mundo para 2030.

"Pero desde el año 2016, año en que se declaró el mar de Ross como área marina protegida en la Antártida, no se ha avanzado en la protección de sus aguas", lamenta por su parte Pilar Marcos, responsable de Océanos de Greenpeace España, y quien expresa que, a pesar de los rápidos cambios que se están observando en el continente, tanto los gobiernos de varios países como la Comisión del Océano Antártico no han realizado ningún paso decisivo hacia la creación de nuevos santuarios o de un Tratado Global de los Océanos que garantice la integridad de parte de las aguas que rodean al continente y de su biodiversidad.

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