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El cohete que chocará contra la Luna creará un nuevo cráter

No es frecuente poder predecir la aparición repentina de un nuevo cráter de impacto en la Luna, pero sabemos que esto ocurrirá el 4 de marzo, cuando un cohete Falcon 9 de SpaceX abandonado se estrelle contra el satélite.

El cohete se lanzó en 2015, llevando la sonda del Observatorio Climático del Espacio Profundo (DSCOVR) de la NASA a unos 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, hacia el Sol. Pero la etapa superior del cohete, ya agotada, no tenía velocidad suficiente para escapar a una órbita independiente alrededor del Sol, y fue abandonada sin opción de volver a la atmósfera terrestre. Esta es una práctica habitual, que permite que las etapas se quemen en la reentrada, reduciendo así la basura espacial en el espacio cercano a la Tierra.

Desde febrero de 2015, la etapa superior, de 14 metros de largo y casi cuatro toneladas de peso, se encuentra en una amplia órbita alrededor de la Tierra. Sus movimientos precisos han sido difíciles de predecir, porque estaban influenciados por la gravedad lunar y solar, además de la terrestre.

Pero ahora podemos confirmar que chocará contra la Luna el 4 de marzo a una velocidad de unos 2,6 kilómetros por segundo. Esto producirá un cráter de unos 19 metros de diámetro, lo que ha provocado indignación a través de redes sociales entre las personas a las que les horroriza que la negligencia humana desfigure la Luna de esta manera.

Una preocupación errónea

Sin embargo, es seguramente más ecológico que un cohete inutilizado acabe en la Luna que dispersado por la atmósfera superior de la Tierra en forma de partículas de óxido metálico, que es lo que sucede durante una combustión de reentrada. Además, la Luna carece de una atmósfera que la proteja de los desechos espaciales, por lo que no deja de acumular cráteres de impacto naturales.

El Lunar Reconnaissance Orbiter ya ha fotografiado un cráter de 19 metros que se formó cuando un trozo de media tonelada de roca de asteroide que viajaba a una velocidad diez veces superior a la del Falcon 9 y que golpeó la superficie lunar en marzo de 2013. A lo largo de la última década, el proyecto de seguimiento de impactos lunares de la NASA ha detectado cientos de impactos más pequeños, provocados por trozos de roca de apenas medio kilo.

Impacto en la cara oculta de la Luna

El próximo impacto se producirá en la cara oculta de la Luna, por lo que no lo podremos ver. Pero las naves espaciales que orbitan la Luna podrán fotografiar el cráter de impacto después de que se produzca. ¿Aprenderemos algo nuevo? Ya se han producido varios choques intencionados contra la Luna, así que sabemos qué esperar.

Por ejemplo, las etapas superiores de los cohetes de aterrizaje utilizados en las misiones Apolo se estrellaron para que las vibraciones detectadas por los sismómetros instalados en la superficie pudieran utilizarse para investigar el interior lunar. Sin embargo, los sismómetros instalados por las misiones Apolo se apagaron hace tiempo, y no está claro si el sismómetro del módulo de aterrizaje lunar Chang'e 4 de China podrá proporcionar datos útiles esta vez.

En 2009, la misión LCROSS de la NASA envió un proyectil a un cráter polar permanentemente ensombrecido, creando un cráter más pequeño en su suelo helado y un penacho que resultó contener el esperado vapor de agua.

Contaminación biológica

Así que no me preocupa demasiado que se cree otro cráter en la Luna. El satélite ya tiene unos 500 millones de cráteres de diez metros o más de diámetro. Lo que sí debería preocuparnos es contaminar la Luna con microbios vivos o con moléculas que en el futuro podrían confundirse con pruebas de vida anterior en la Luna.

La Luna tiene más de 500 millones de cráteres.

La mayoría de lospaíses han firmado protocolos de protección planetaria que tratan de minimizar el riesgo de contaminación biológica de la Tierra a otros cuerpos celestes (y también de otros cuerpos celestes a la Tierra). Los protocolos están en vigor por razones tanto éticas como científicas. El argumento ético es que no sería correcto poner en riesgo cualquier ecosistema que pueda existir en otro cuerpo introduciendo organismos de la Tierra que puedan prosperar allí. El argumento científico es que queremos estudiar y comprender las condiciones naturales de cada uno de los cuerpos, por lo que no debemos arriesgarnos a comprometerlas o destruirlas mediante una contaminación gratuita.

El mayor incumplimiento reciente de los protocolos COSPAR se produjo en 2019, cuando el módulo de aterrizaje lunar israelí Beresheet, financiado con fondos privados, se estrelló contra la Luna, llevando muestras de ADN y miles de tardígrados. Esos son organismos de medio milímetro de largo que toleran el vacío del espacio, aunque no pueden desarrollar su actividad en él. Estos, y presumiblemente también los microbios que vivían en sus entrañas, están ahora dispersos por el lugar del accidente de Beresheet.

Lo más probable es que ninguno de ellos acabe en un nicho en el que haya suficiente agua para que revivan y se vuelvan activos, pero es un riesgo que no debemos correr. El Falcon 9 de DSCOVR no estaba esterilizado en el momento del lanzamiento, pero tampoco llevaba una carga biológica. Además, hace siete años que está en el espacio, por lo que a estas alturas el riesgo de biocontaminación es prácticamente nulo. Aún así, cuantas más cosas enviemos a la Luna, más cuidadosos deberemos sery más difícil será cumplir con los protocolos.

*David Rothery es profesor de Geociencias Planetarias en The Open University. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.

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