Cada año acaban en el mar una media de unos 8 millones de toneladas de basura plástica. Una ingente cantidad de residuos que no solo contamina los océanos, sino que también acaba en el estómago de la fauna marina. En sí mismo ya sería un hecho gravísimo, pues el ser humano está impactando de manera negativa en los ecosistemas y el resto de especies que viven en el planeta. Pero, para muchos, el hecho es mucho más grave cuando se sabe que no solo afecta a las especies marinas, sino que llega hasta nuestro cuerpo. Un elevado porcentaje de estos plásticos acaba reduciéndose a trozos más pequeños, de menos de cinco milímetros, lo que se conoce como ‘microplástico’, que pasan desapercibidos a simple vista, pero que se cuelan en nuestra dieta después de pasar por la cadena trófica de los animales con los que nos alimentamos.
En 2019, un equipo de investigación de la Universidad de la Columbia Británica, en Canadá, hizo una estimación sobre cuántos microplásticos consumen de media los estadounidenses, ya sea a través de la ingesta de alimento o agua o bien del aire que respiran. Dedujeron que el consumo anual de microplásticos en Estados Unidos oscila entre los 39.000 y 52.000 partículas en función de la edad y el sexo. Estimaciones que aumentan a 74.000 y 121.000 si tenemos en cuenta las partículas inhaladas en el aire. Además, dedujeron que aquellos que consumen agua embotellada ingerían una cantidad adicional de 90.000 microplásticos al año, en comparación con los 4.000 que ingieren los que consumen solo agua del grifo.
Menos diversidad bacteriana
Ahora, un grupo de investigadores del CSIC ha dado un paso más allá, y ha descubierto que la ingesta de microplásticos reduce la diversidad bacteriana de la microbiota presente en el colon de los humanos. Y no solo eso, sino que, además, altera el equilibrio de los microorganismos presentes en esta parte del aparato digestivo. El estudio, publicado en la revista Scientific Reports, ha demostrado que cuando ingerimos microplásticos PET (tereftalato de polietieno), disminuye la cantidad de bacterias beneficiosas para la saludy aumenta la cantidad de otros microbios dañinos. “Dada la posible exposición crónica a estas partículas a través de nuestra dieta, los resultados obtenidos plantean que su ingesta continuada podría alterar el equilibrio intestinal y, por tanto, la salud”, afirma Victoria Moreno, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) del CSIC.
La investigación, en la que también han participado el Instituto de Catálisis y Petroleoquímica (ICP) y el Instituto de la Cerámica y el Vidrio (ICV) del CSIC, se trata del primer estudio que evalúa el impacto de la ingesta de microplásticos en el tracto digestivo y la microbiota intestinal humana. “Es necesario conocer el destino en el organismo de estos materiales presentes en nuestro día a día y las consecuencias a corto, medio y largo plazo”, declara Moreno. Y es que las últimas estimaciones indican que, de media, cada persona podría ingerir entre 0,1 y 5 gramos de microplásticos cada semana a través de alimentos y bebidas.
Pero eso no es todo, la investigación ha mostrado por primera vez que estos microplásticos pueden transformarse a lo largo del tracto gastrointestinal y llegar al colon con una forma estructuralmente diferente a la original.
Experimentos in vitro innovadores
Para realizar la investigación, el equipo del CSIC ha diseñado un protocolo de simulación de la ingesta y digestión de microplásticos en condiciones fisiológicas que es extrapolable al estudio de otros tipos de plástico de diferentes tamaños. Esta técnica, combinada con el uso de microscopía electrónica y espectroscopia, ha permitido monitorizar los cambios en la estructura y morfología de los microplásticos en el tracto digestivo. Futuros análisis determinarán cuántos microplásticos estamos consumiendo cada día los españoles sin saberlo, y, lo más importante, qué podemos hacer para evitarlo.
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