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Los murciélagos carnívoros que inspiraron el mito de la creación maya

Colgados del frío techo de piedra de un antiguo templo maya como un racimo de frutas grises y peludas, nos miran fijamente con unos ojos dorados que brillan a la luz rojiza de nuestras linternas frontales. Los murciélagos, dentados y hambrientos, tienen las orejas casi transparentes, largas como las de un conejo, y una cara arrugada y lobuna con una hoja nasal lanceolada –su apéndice ecolocalizador– encima del hocico.

A diferencia de otras especies, estos misteriosos quirópteros que encontramos al borde mismo de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, en la península de Yucatán, no se congregan por millares, me dijo Rodrigo Medellín, primer experto del país en mamíferos voladores y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México. «Siempre están en grupos reducidos, y se protegen entre ellos».







Medellín lanzó el cazamariposas hacia uno de los seis murciélagos y lo atrapó. Sosteniéndolo con la mano enguantada y el hocico prominente y los dientes afilados –que se lo arrebataba al instante–. Era una hembra, y protestaba castañeteando las mandíbulas. Con cuidado, Medellín extendió una de sus alas y señaló el pulgar del murciélago, que se curvaba desde el borde. Estaba armado con una uña pronunciada, con forma –y filo– de sable.

Tras recopilar datos y muestras genéticas de un falso vampiro lanudo, el biólogo Rodrigo Medellín (a la izquierda) y el investigador Iva Vleut lo devolverán a su cueva. Gracias a los dispositivos GPS los científicos obtienen información sobre el hábitat que prefieren los murciélagos para cazar.

«Con esto aferran a sus presas», explicó. Las dimensiones de semejante arma dejan claro que estos cazadores de la noche no se dedican a atacar mosquitos: van en busca de roedores, de pájaros e incluso de otros murciélagos. Los murciélagos carnívoros, que en conjunto se conocen como falsos vampiros porque no son hematófagos como los vampiros verdaderos, menos del uno por ciento de todas las especies de murciélagos se alimentan de otros vertebrados.









dos especies cuyo territorio va desde el sur de México hasta Bolivia y Brasilmurciélagos mexicanos

Hay

, y una de ellas llega más al sur, hasta zonas de Paraguay y Argentina: el falso vampiro lanudo (como los del templo maya) y el murciélago espectral, también llamado falso vampiro de Linneo. Este último es el mayor quiróptero del continente americano, con ejemplares que pueden alcanzar un metro de envergadura. Las amenazas que se ciernen sobre sus hábitats de bosque lluvioso complican la existencia de los

y acucian a los investigadores a comprender mejor sus hábitos.

De regreso a su dormidero después de cazar su cena, un falso vampiro lanudo proyecta su sombra sobre las ruinas de un templo en el yacimiento arqueológico de Hormiguero. Los murciélagos quizá vuelvan con comida para los miembros del grupo que no pueden cazar, como las hembras con crías.

El falso vampiro lanudo es un gran desconocido, por eso Medellín capturó a los seis individuos y los sacó del templo, metidos en bolsas de algodón, para tallarlos y pesarlos. Eran cuatro machos y dos hembras, una de ellas preñada. Para saber cómo estaban emparentados, los investigadores tomaron una muestra de piel del ala de cada individuo y las remitieron al laboratorio para su análisis genético. Luego acoplaron pequeños localizadores GPS en tres ejemplares (uno de ellos la hembra preñada) que les proporcionarían información sobre sus hábitos de caza.

«Mire –dijo Medellín mientras sacaba uno de los machos de su bolsa y lo colocaba boca arriba–. Los machos tienen los testículos muy pequeños, lo cual apunta a que son monógamos».

Monogamia en el mundo animal

En el mun­do animal la monogamia es rara. «Es posible que dos de estos machos sean las respectivas parejas de las hembras y que los otros dos sean las crías del año pasado», explicó. Una hembra amamantaba a una cría de cuatro meses, y el abultado vientre de la otra revelaba que estaba a punto de parir.

Un murciélago espectral, o falso vampiro de Linneo, muerde el guante de un investigador. Estos quirópteros pesan unos 170 gramos y tienen unas alas membranosas con las que alcanzan el metro de envergadura. Las afiladas uñas curvas de los pulgares son perfectas para agarrar a sus presas.

En el suelo del habitáculo de los murciélagos yacían los despojos parcialmente devorados de un ratón espinoso de Desmarest. «Mire, los restos de una comida reciente –dijo Medellín–. Creemos que devoran algunas presas en el exterior y luego, una vez saciados, traen la última pieza al interior». La captura suele alimentar a los murciélagos que no pueden cazar, como las madres que están amamantando. «Queremos saber a qué hora salen del refugio, adónde van, quién caza para quién y con quién vuela cada uno», me explicó.

Los restos de alimento y los excrementos identificados dentro del templo aportaron pistas sobre la dieta de los quirópteros. «Mire –exclamó de nuevo, sosteniendo los despojos minúsculos y semiputrefactos de la cría de ratón–. Me sorpren­­de que no se lo hayan comido todo, porque normalmente no dejan nada; a veces devoran hasta los huesos, las uñas y la cola». También se habían comido una mariposa amarilla (excepto las alas), una cigarra y un pájaro, posiblemente un trepatroncos, a juzgar por el penacho de plumas rojizas. «A menudo encontramos alas de otros murciélagos». Un plato frecuente de su dieta es una especie rara de quiróptero difícil de encontrar. Medellín está estudiando por qué esta especie en concreto resulta tan apetecible a los falsos vampiros lanudos y cómo dan con ella.

En su jaula, un murciélago espectral detecta un ratón de laboratorio sobre un lecho de hojas dispuesto sobre una mesa. Los científicos que estudian estos murciélagos carnívoros en México no los han visto cazar en el medio natural, así que los filman y graban sonidos asociados a la búsqueda de alimento.







En el relato, los héroes gemelos son encerrados en una cueva infestada de murciélagos de la muerte, que los mayas llaman camazotz

Según el biólogo, los murciélagos lanudo y espectral «son probablemente los que aparecen descritos en el mito de la creación maya, el Popol Vuh».

. En el hocico tienen una hoja afilada con la que matan a personas y animales. Para salvarse, los gemelos se esconden dentro de sus cerbatanas y pasan la noche aterrorizados por los murciélagos. Al amanecer, uno de los dos decide comprobar si ha pasado el peligro. Asoma la cabeza por fuera de la cerbatana… y un camazotz se la siega al instante. «Estos murciélagos hacen lo mismo –afirmó Medellín–. Acechan a sus presas, se abaten sobre ellas con las alas a medio desplegar, las inmovilizan con las uñas de los pulgares y les propinan un mordisco letal en la parte posterior o superior de la cabeza. El camazotz no era una invención».

Al igual que los lobos, los leones, la mayoría de las aves y algunos cetáceos, insectos y primates –nosotros incluidos–, los murciélagos lanudo y espectral comparten la comida, pero solo con sus vecinos de dormidero.
Los científicos lo consideran una señal de altruismo, aunque esta conducta casi siempre se observa entre animales estrechamente emparentados, y en realidad nos habla más de un parentesco genético próximo que de un corazón generoso. Dar alimento a individuos con los que no existe parentesco genético, como solemos hacer los humanos, es muy raro en otras especies. Esa es otra de las razones por las que Medellín y sus alumnos quieren dilucidar qué relaciones genéticas hay entre los murciélagos lanudos. Saben que llevan presas al interior del templo en el que se refugian, pero todavía no tienen claro cuáles de ellos aportan y cuáles reciben. Esperan obtener respuestas de las videocámaras instaladas en el dormidero por Ivar Vleut, investigador posdoctoral tutelado por Medellín, que los grabarán alimentándose.

Vleut me mostró en su portátil varios vídeos de murciélagos compartiendo comida. «Aquí está la madre colgada con la cría, y se ve cómo llega otro murciélago con un ratón», dijo. El recién llegado, probablemente uno de los machos, se posa cerca de la hembra, agarrado por las patas de una viga del techo. Colgada boca abajo, ella agita los brazos lanudos en un gesto que recuerda al de un polluelo que pide alimento a sus padres. Muerde la presa y se la arrebata al cazador. Sujetando el ratón por el cuello y masticando con fruición, lo devora por completo salvo la cola, que cae al suelo. El murciélago cazador sigue colgado junto a ella tranquilamente, acicalándose las alas a lametones. «Es la conducta habitual –dijo Vleut–. A menudo parecen estar saciados cuando regresan, y por eso creemos que han estado cazando un buen rato y que traen la última presa para compartirla».









anudo durante 15 días en su habitación del hotel









Los científicos todavía no los han visto cazando en la naturaleza, pero se hacen una idea bastante aproximada de cómo actúan porque Medellín tuvo dos machos de falso vampiro l

, donde soltaba ratones para que los cazasen.

Colocaba hojarasca para que los roedores se movieran sobre ella, creando así unos sonidos que los murciélagos detectaban al girar sus enormes orejas cual antenas parabólicas. «Los murciélagos entraban en una jaula y se colgaban de los laterales metálicos o de una rama –explicaba el biólogo–, y ahí se quedaban completamente inmóviles. Pero en cuanto oían que los ratones hacían el más mínimo sonido, se lanzaban».

Medellín sospecha que en estado salvaje los murciélagos lanudos se cuelgan de los troncos cuando cazan, atentos por si oyen los pasos de roedores o reptiles, o el sonido del aleteo de otro quiróptero.

Murciélagos espectrales


Un día nos internamos en el bosque lluvioso en busca de murciélagos espectrales. Vleut había localizado el primero en 2009. «Son muy poco frecuentes, y yo no sabía nada sobre ellos», dijo mientras caminábamos por una senda. Una vez atrapó un ejemplar con una red mientras realiza­­ba un estudio de murciélagos.

«Antes de verlo ya lo olí; creí que teníamos en la red algún bicho muerto. Me quedé pasmado, sin palabras, cuando vi aquella criatura gigante mordiendo la red para liberarse. Me quedé atónito y un poco asustado ante sus dimensiones». Después de retirarlo de la red, Vleut se puso dos pares de guantes de cuero para manipularlo.

Fascinado, Vleut leyó todo lo que encontró so­­bre la especie –que fue bien poco– y constató que nadie había estudiado su ecología. Contactó con Medellín y pusieron en marcha el estudio. «Ahora estamos tratando de determinar cuántos murciélagos como este pueden vivir en un área determinada –dijo Vleut–. Damos una recompensa a quien encuentra un dormidero y nos lo comunica».

De este modo han localizado varios dormideros. Otro lo encontraron gracias al transmisor que acoplaron en el lomo de un murciélago espectral atrapado en una de sus redes. Nuestro grupo siguió la señal hasta un árbol hueco, en cuyo interior Medellín y Vleut confiaban poder observar a esta especie en su entorno. Los científicos ataron una cámara GoPro a un cable, la izaron hasta lo alto del tronco, donde estaba el acceso al hueco, y la fueron bajando centímetro a centímetro por el interior del mismo.

Un falso vampiro lanudo aletea a la luz de la luna. Su misión: encontrar algo para cenar. Para los roedores y otros animalillos de la península de Yucatán, la noche es un momento especialmente peligroso, pues los murciélagos carnívoros abandonan sus dormideros en busca de presas.

Durante unos minutos no se vio nada en la pantalla del ordenador, apoyado en la tierra. De pronto: «¡Ahí están! ¡Mirad, mirad!». Tres pares de ojos reflejaban la luz de la cámara: una hembra adulta con una cría joven y un macho adulto. Protestaban, sorprendidos por el extraño intruso que se había colado en su hogar. No oíamos sus sonidos, pero tenían la cara crispada, castañeteaban las mandíbulas con furia y sus largas orejas vibraban.

«Se ponen así cuando hacen brrrrrr, el sonido que usan para ahuyentarte –dijo Medellín, que no despegaba los ojos de la pantalla–. Un momento, ¿qué hay ahí abajo?». Estaba fijándose en algo que se veía en la base del tronco hueco. «¡Es un ala de quiróptero!», respondió uno de sus alumnos.

Tal vez eran los restos de una comida reciente. Los murciélagos seguían mirando con odio la GoPro, castañeteando la mandíbula contra ella, y finalmente, en lo que sin duda alguna era un desesperado gesto de protección, uno de los adultos se giró y desplegó las alas alrededor de la cría.

«Oooh», exclamamos todos al unísono, y luego: «¡Retira la cámara!». Vleut tiró del cable y los murciélagos desaparecieron de la pantalla. una cámara discreta para tomar imágenes de los murciélagos sin molestarlos. No cabe duda de que aquellos murciélagos carnívoros infundían terror a los mayas, el mismo que deben de infundir hoy a los animales que depredan. Pero nosotros vimos su faceta más tierna y vulnerable cuando se acurrucaban en sus dormideros o eran manipulados por los científicos. Criaturas de aspecto extraño –un híbrido alado de ratón y lobo– tan amorosos y preocupados por los suyos como cualquier otro mamífero.