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Nazaré, la capital de las olas gigantes

Todo comenzó con una ola. Aunque no una cualquiera. Fue una gigantesca, de casi 24 metros de altura, que emergió en la Playa do Norte, el 1 de noviembre de 2011. La mayoría habría huido; pero no una leyenda del surf como el hawaiano Garret McNamara. Desde entonces, todo el mundo conoce Nazaré como la capital de las olas gigantes.

Este encantador pueblo pesquero de la costa de Portugal es una de las mecas del surf extremo más conocidas del mundo. Hasta aquí llegan los mejores especialistas para medir fuerzas con el océano. El último, el surfista portugués Hugo Vau, quien, tras la hazaña de surfear una ola gigante de 35 metros a principios de 2018, entró en el Libro Guinness de los Récords con la ola más grande jamás surfeada.

Así es Nazaré

El pueblecito pesquero de Nazaré, a unos 100 kilómetros al norte de Lisboa, se ve apacible cuando los cielos están azules y la luz del Atlántico es clara; entonces, las fachadas blancas parecen iluminarse y la extensa playa luce con su arena brillante en contraste con los coloridos toldos y parasoles.

Desde el puerto pesquero, junto a la desembocadura del río Alcobaça, y hasta el faro, espectacular bacón sobre al cañón de Nazaré que provoca las gigantescas olas, se abre un litoral entre el azul del océano y el verde de la suave colina por donde se expanden las empinadas calles del barrio de los pescadores. La ciudad baja toca la arena y es de espíritu marinero. Es el centro neurálgico: hoteles, tiendas de recuerdos, restaurantes, y toda la animación playera necesaria.

Aquí encontramos una de las imágenes más pintorescas de Nazaré: los jureles al sol. Una tradición que se ha convertido en museo vivo. A lo largo del paseo, podemos ver a las mujeres, con el tradicional vestido de siete faldas, cuidando del proceso de secado del pescado como si el tiempo se hubiera detenido en otra época.

Luego hay que subir arriba, al origen de Nazaré, ya que la zona baja es relativamente moderna, del siglo XVII. El funicular, que asciende unos 100 metros de desnivel, se convierte en toda una atracción. Abajo va quedando la playa, y poco a poco, a ritmo lento, llegamos al barrio de Sítio, en la cumbre del promontorio: 318 metros de roca que cae en picado hacia el mar.

Aquí, nos encontramos la pequeña Ermita de la Memoria formando junto a la Iglesia de Nossa Senhora da Nazaré el conjunto del Santuario. Según cuenta la leyenda, en 1182, el noble D. Fuas Roupinho, que se encontraba en la zona de cacería, se salvó de caer por los acantilados ocultos por la niebla gracias a la acción de la Virgen, que detuvo su caballo de golpe. En agradecimiento, el noble hizo construir la capilla, dando origen a Nazaré. La capilla y la iglesia fueron un centro de peregrinaje mariano muy importante hasta que en 1917 se levantó la Capilla de las Apariciones, en Fátima, a poco más de 50 km.

Así mismo, a pocos pasos de la iglesia, encontramos el mirador de Suberco, que se vuelve un plan imprescindible de Nazaré al caer la tarde: tal vez, incluso, se pueda afirmar que sin ver atardecer desde aquí, sin observar cómo va cambiando el color de la arena de la playa con la progresiva variación de la luz, uno no pueda decir del todo que estuvo en Nazaré. Y sea verdad o no la leyenda, lo cierto es que en el mirador se puede ver la marca que la herradura dejó en la roca aquella mañana de niebla de 1182.

Desde la parte alta, accederemos al Faro de Nazaré y Fuerte de San Miguel, desde donde se puede bajar también a la playa do Norte. Ciertamente, el faro separa ambas playas, que son como el día y la noche: la de la ciudad baja es urbana y ésta otra, salvaje y abierta al Atlántico.

El Fuerte de San Miguel es buen lugar para acabar nuestra visita a Nazaré. En su interior está la pared del Surf. Expuestas, casi una cuarentena de tablas donadas por los auténticos mitos del surf que un día se atrevieron a soñar con este bello pueblo pesquero.

¿Cómo es una ola gigante de Nazaré?