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Tráfico de jaguares, los peligros que acechan a este felino

Un aguacero nocturno había hecho que las aguas verdosas del río Quendeque se convirtieran en una furia encarnada de lodo. Las nubes amenazaban con descargar de nuevo, pero por suerte íbamos en un barco con «techo», un toldo lleno de arañas gigantes y escarabajos iridiscentes. Patrullaba con guardas del Parque Nacional de Madidi, en Bolivia, que buscaban pistas relacionadas con un problema cada vez más acuciante en el bosque lluvioso.

Madidi, con una superficie similar a la provincia de Cáceres, es un tesoro natural que alberga más del 11% de las especies de aves del mundo y unas 200 de mamíferos. Incluso en la estación lluviosa, cuando el barro te llega a la cintura y los insectos parecen empeñados en comerte vivo, es un lugar mágico. Los guacamayos macao vuelan en lo alto; las uranias de franjas verdes cubren como un manto los charcos de lodo, y los árboles gigantes y frondosos te impiden ver el cielo.

El Parque Nacional Madidi es el hogar del jaguar, ese misterioso felino de la selva que antaño se extendía desde el sudoeste de Estados Unidos hasta Argentina


Los jaguares han perdido enormes áreas de hábitat forestal usurpadas por ganaderos, agricultores y madereros furtivos, y a menudo son abatidos por quienes temen por sí mismos (aunque los ataques a humanos son excepcionales) o por su ganado (al que sí atacan a veces). Ahora se enfrentan a un nuevo peligro: la caza furtiva para abastecer el mercado ilegal de fauna salvaje.

Bolivia quizá sea el lugar donde esta amenaza es más palpable; en este país el servicio postal ha confiscado cientos de dientes de jaguar que se enviaban de contrabando a China. Dos ciudadanos chinos se enfrentan, en sendos juicios, a cargos relacionados con el tráfico de jaguares. Y en ciudades del norte del país las radios emiten anuncios en los que hombres con acento chino se ofrecen a comprar partes corporales de jaguar.

El mercado ilegal de los jaguares

Hace años que la caza de jaguares, así como la compraventa e incluso la posesión de partes del cuerpo de estos animales, es ilegal en Bolivia. También la exportación e importación. Pero en este país suele ser fácil eludir la ley. El sistema judicial es deficiente, y los beneficios, pingües: entre 80 y 170 euros por un diente.

«La gente lo ve como una fuente de ingresos –dice Nuno Negrões Soares, biólogo de una organización conservacionista boliviana–. Saben que no les pasará nada».

El sistema judicial es deficiente, y los beneficios, pingües: entre 80 y 170 euros por un diente

La demanda china de jaguares parece ir en aumento, habida cuenta de que las partes corporales de tigre –sobre todo los dientes, que se convierten en joyas con las que hacer ostentación de riqueza o protegerse del mal– son cada vez más difíciles de encontrar por la mengua de las poblaciones de este felino amenazado.

Entre tanto, los contratos de inversión e infraestructuras que China ha firmado con Bolivia han llevado a este país una riada de obreros chinos, lo que estimula la comisión de actividades ilegales, como el tráfico de jaguares, apunta Anaí Holzmann. «Los obreros saben que pueden ganar un dinero extra –dice esta conservacionista de jaguares–. Y así lo hacen, con ayuda de bolivianos y de otros chinos».

En nuestra patrulla fluvial nos topamos con un indígena que iba en un bote cargado de plátanos. Tras una breve charla banal, Marcos Uzquiano, director de Madidi, llevó la conversación hacia los jaguares. «Un chino fue a su aldea el año pasado –dijo el hombre–. Buscaba dientes y cabezas».

Uzquiano me manifestó más tarde su sospecha de que era el mismo tipo que, según había oído, iba de rancho en rancho por la zona, ofreciendo dinero a los ganaderos por el cráneo y los dientes de cuantos jaguares matasen. Pero Uzquiano solo tiene autoridad dentro del parque.

La policía local, los investigadores de la policía estatal y el ministerio de medio ambiente tienen potestad para tomar medidas rigurosas contra el tráfico ilegal en todo el país. Las autoridades insisten en la importancia de poner coto al comercio ilícito de jaguares, pero las iniciativas emprendidas hasta la fecha han sido inconexas e ineficaces, denuncian ecologistas, científicos y funcionarios.

«Creo que las iniciativas del Gobierno no son suficientes –dice Ángela Núñez, bióloga que trabajó en la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas de Bolivia en temas de tráfico de jaguares–. Los intereses políticos se ponen por delante. Parece que la prioridad es cultivar las buenas relaciones entre Bolivia y China».

En el caso de Yan Yixing, un ciudadano chino conocido como Javín, la policía encontró cabezas y dientes de jaguar cuando registró su casa en 2014. Tres años después está en libertad bajo fianza; el juicio se ha pospuesto varias veces.

Los biólogos dicen que no es demasiado tarde para salvar los jaguares de Bolivia, donde hay entre 4.000 y 7.000 individuos. Pero para ello es imprescindible que el Estado emprenda acciones sostenidas y coordinadas que acaben con las actividades ilegales, que trabaje en estrecha colaboración con las empresas chinas y que haga caer todo el peso de la ley sobre los infractores.

Por ahora, sin embargo, el despiece y la compraventa ilegal de uno de los animales más emblemáticos de América del Sur continúa siendo un lucrativo negocio de bajo riesgo.