Los cielos de la península Ibérica amanecieron este miércoles cubiertos de un color ocre. Su causante era Celia, el nombre de la última borrasca que ha afectado a la península que, unida al polvo proveniente del desierto del Sáhara, formaron una calima que dejó estampas apocalípticas a lo largo y ancho del país.
En Peñalara, en la Sierra de Guadarrama, la nieve y el polvo se dieron la mano. Tal y como cuenta Álvaro Pantoja, de Recmountain, "en este proceso se tallan formas preciosas, dejando ver la estratificación de las capas de nieve y las diferencias en su composición. El polvo del desierto coloreaba la superficie del manto, más oscura cuanto más perpendicular a la dirección del barlovento". Las autoridades ya han alertado del peligro que supone para la salud respirar estas partículas y han desaconsejado cualquier actividad al aire libre.