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Juanito Oiarzabal, el tercer alpinista en subir los 14 ochomiles sin oxígeno

¿Cómo comenzó tu amor a la montaña? ¿En algún momento soñaste con subir el Everest?

Juanito Oiarzabal: He subido los 14 ochomiles sin usar oxígeno artificial, me convertí en la tercera persona en el mundo en subir sin oxígeno y ya he repetido 10 de los 14 ochomiles sin utilizar oxígeno… Y como todos los chavales, cuando hacía montaña, efectivamente, uno de mis sueños era el Everest. Para mí tenía un cierto romanticismo… Esas expediciones de los vascos en los años 70 y 80, con el vasco Martín Zabaleta, que se convirtió en el primer español en subir el Everest, me marcó mucho. El Everest en su momento me transmitía muchísimas cosas. Ahora mismo es todo lo contrario. Es una montaña que ha perdido todo el romanticismo, ha perdido todo el interés, es una montaña completamente vulnerable, totalmente comercial.

¿Qué sentiste en la última ascensión al Everest, aquella que completaste sin oxígeno? ¿Miedos? ¿Dudas? ¿Nervios?

Juanito Oiarzabal: Esto es como todo… Si te hablo de mi primer ochomil tienes esos sentimientos, esas incógnitas, esos tabúes, de saber si serás capaz de superar esa cota de los ochomil metros… Pero todo va evolucionando, tú mismo te vas formando, vas adquiriendo más profesionalidad… En aquellos momentos solo el 3% de la gente que subía a la cumbre lo hacía sin oxígeno, dentro de lo que es una ruta clásica por el norte, pues superando el escalón a 8.700 metros es una zona técnica, hay que hacer un máximo esfuerzo y ahí te vacías. Tienes que hacer una buena dosificación, una buena adaptación, una buena aclimatación a la altura…

Juanito Oiarzabal durante una de sus ascensiones al Cho Oyu.

¿Cómo ha cambiado el Everest? ¿Está realmente masificado?

Juanito Oiarzabal: El Everest es la montaña que más ha cambiado junto con el Cho Oyu. Desde que se empezaron a meter las expediciones comerciales ya en los años 80 ha sido un sin parar. Hemos visto que año tras año cada vez acudía más gente. Las normativas del gobierno de Nepal han ido también cambiando. Al final se ha masificado, hay muchísima oferta (porque evidentemente hay demanda), y aquello se ha convertido en un show, en un circo, se ha convertido en algo que afortunadamente yo no he conocido y que no me gustaría conocer. Para mí no tiene ningún valor. No le doy ninguna importancia a subir el Everest de la manera que se está haciendo ahora mismo, con cuerdas fijas, botellas de oxígeno… es una auténtica vergüenza que el pasado año subieran a la cumbre más de 700 personas y tan solo uno lo hiciera sin oxígeno. Respeto a todo el mundo, para aquellos que suben el Everest, pero ahora mismo para mí no significa prácticamente nada.

Ver el reportaje completo de "Españoles en el Everest, la conquista de la cima del mundo".