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Día 7. Las profundidades del mar de Weddell

No ha habido descanso durante todos estos días para ingenieros ni tripulación, pero la espera ha merecido la pena. El equipo ya estaba rodado en las rutinas de la maniobra y todos los sistemas funcionaban a la perfección. La primera inmersión era inminente.

Seguíamos en las inmediaciones de la isla de Ross, en el nombrado Golfo del Erebus y Terror en honor a los barcos en los que el explorador y botánico James Clark Ross puso en el mapa diversos accidentes geográficos antárticos entre 1839 y 1843. Los mismos que comandados por Sir John A. Franklin encallaron en el hielo ártico durante la ansiada búsqueda del Paso del Noroeste en 1945, pero eso es otra historia sobre la que, en estos momentos, navegando por el helado confín meridional del mundo, preferimos no pensar.

Mapa de situación de la expedición a la Antártida.

La última vez que John Hocevar y Susanne Lockhart intentaron sumergirse en estas aguas fue en el año 2018. En aquella ocasión no lo consiguieron debido a su inaccesibilidad a causa del hielo, pero en esta permanecieron en el agua durante más de tres horas y realizaron un largo estudio en vídeo sobre el lecho oceánico: llano y limoso, pero sembrado de corales y esponjas de oreja elefante hasta el punto de parecer un auténtico prado submarino. También cientos de dracos de Jonás y algunos de sus nidos, como los hallados recientemente por los científicos a bordo del buque alemán de investigación Polarstern.

Los ingenieros ultiman detalles con la científica Susanne Lockhart y el piloto John Hocevar el submarino antes de la inmersión.
Inicio de la inmersión del submarino.

La inmersión fue un completo éxito como demostraron los varios especímenes con los que ambos regresaron para el equipo científico, entre los que se incluye un raro ejemplar del género Candelabrum, un pariente de los corales del que, por su rareza, apenas existe literatura científica desde principios del siglo XIX.

Recolectar especímenes implica usar un joystick para maniobrar un brazo robótico hidráulico instalado en el submarino, y entre bromas John se lamentaba de no haber pasado más tiempo jugando con videojuegos cuando era niño. Es de ese tipo de personas que cuando se encuentra una araña en casa la saca hasta el jardín en lugar de aplastarla y se puede ver que no disfruta en exceso con esta parte del trabajo, aunque la sabe indispensable tanto para la ciencia como para la conservación. También, de lejos, una forma mucho más respetuosa de obtener las muestras necesarias para conocer el fondo marino que las habitualmente obtenidas de los descartes de las redes de arrastre o las dragas, técnicas de pesca que dañan significativamente el ecosistema.

Imagen de un ejemplar del género Candelabrum encontrado en las profundidades antárticas, potencialmente una nueva especie para la ciencia. Fotografiado en condiciones de laboratorio.
Muestra de la biodiversidad estudiada por los científicos en la expedición antártica abordo del Arctic Sunrise.

El día ha sido fructífero. El mar de Weddell es una zona en la que se han realizado muy pocas investigaciones científicas, por lo que equipo espera poder realizar aquí unas cuantas inmersiones más antes de que cambien las condiciones meteorológicas. Y es que incluso el lugar limoso al que hoy han descendido nuestros compañeros, el cual parecía erosionado por icebergs o glaciares en los últimos años, estaba cubierto de organismos que se reconocen como indicadores de un ecosistema marino vulnerable, lo cual se presenta como un argumento más para proteger el mar de Weddell, una de las razones principales de que mueven a esta expedición.

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